¿Se ha acabado ya, o se está acabando, la Historia?, ¿”y” la
Metafísica?
Según Giorgio Agamben, que se une en esto a varios otros
pensadores apocalípticos de los últimos ciento y pico años (en su caso, como en el de
Derrida y algún otro, con un peculiar cariz mesiánico), sí, la Historia, esa serie de formas “epocales” que ha ido adoptando la creación política
o práctica que es el Hombre, y que en su última fase, con el
nazismo pero también con las democracias modernas, habría tomado la forma de la pura gestión
de la “vida desnuda”, llega o ha llegado a su final. Y ello porque (o en
consonancia con que) eso en que la Historia se fundamentaba (o sea, la escisión
del animal en dos, una parte espiritual-lingüística y otra de mera vida), ha
llegado a mostrarse como definitivamente inconsistente: la Metafísica está
clausurada. Por decirlo en términos de (filosofía acerca del) Lenguaje:
“El pensamiento contemporáneo ha llegado a la proximidad de ese límite, más allá del cual ya no parece posible un nuevo develamiento epocal-religioso de la palabra. (…) Si Dios era el nombre del lenguaje, “Dios ha muerto” puede significar solamente: ya no hay un nombre para el lenguaje. (…) Así, finalmente, nos encontramos solos con nuestras palabras, por primera vez solos con el lenguaje, abandonados de todo fundamento ulterior”. (G. Agamben, La potencia del pensamiento, Adriana Hidalgo, 2007, pg. 37)
Heidegger habría anunciado este acontecimiento, aunque insuficientemente.
Todavía él creyó que el hombre podía vivir en alguna propiedad:
“Hoy, a casi setenta años de distancia, está claro para quienquiera que no tenga absoluta mala fe que para los hombres ya no hay más tareas históricas asumibles o incluso solamente asignables.” (Lo abierto, Adriana Hidalgo, 2006, pg. 140)
Ahora solo quedarían
dos opciones: o un mero repetir mecánico de formas de vida políticas ya vacías,
o una comunidad postpolítica, sin intereses ni Estado, cuya única figura
ontológica posible es el “Cualquiera”, es decir, el que no es ni universal ni
particular, el impersonal, sin intereses.
“Cualsea es la cosa con todas sus propiedades, ninguna de las cuales constituye, empero, diferencia. La in-diferencia respecto a las propiedades es lo que individualiza y disemina las singularidades y las hace amables (cualesquiera). (…) Cualsea es una singularidad más un espacio vacío, una singularidad finita y, sin embargo, indeterminable según un concepto. Pero una singularidad más un espacio vacío no puede ser otra cosa que una exterioridad pura, una pura exposición. Cualsea es, en este sentido, el suceso de un afuera. (La comunidad que viene, Pre-textos, 1996, pg. 18)
****
Agamben nos regala siempre pensamientos originales y
profundos, expuestos de manera magistral. A mi juicio, es el filósofo más
importante de cuantos piensan en términos de Biopolítica (y no solo de
Biopolítica); su nombre figurará entre los grandes de la filosofía continental reciente,
junto a Derrida o Deleuze; y será (es) lectura obligatoria para
cuantos quieran tomarse en serio el problema de la existencia humana. Hay un
limpio potencial liberador en su pensamiento. Por todo ello, merece una atenta
lectura crítica, aunque, también por ello, se correrá siempre el riesgo de
malentenderle. De una lectura tal, lo que sigue no es más que una mera e
imperfectísima aproximación crítica por mi parte.
Lo que quiero hacer en estas líneas es poner un determinado
aspecto o perspectiva (espero que suficientemente relevante) del pensamiento de Agamben, en diálogo con la perspectiva filosófica que
vengo llamando “dialéctica y analogía”. Intentaré mostrar –digámoslo
francamente desde ya- que ciertas tesis suyas como la del final de la Historia
o la del acabamiento de la Metafísica, no son aceptables más que como una
posición, posible y necesaria, sí, pero solo junto a otras, tan necesarias o
aún más, en el esquema de las posiciones dialécticas que el pensamiento se ve
obligado a adoptar cuando pretende pensar de una manera absoluta el problema de
la realidad y del ser.
****
En la filosofía de Agamben hay –esta es una tesis cuando
menos posible- dos elementos o momentos principales y heterogéneos, que, sin
embargo (y como no podía dejar de ser), se entrecruzan en cada texto suyo:
un elemento Historiográfico (o, más bien, de Filosofía de la Historia, de Metafísica de la Historia), y un
elemento del ámbito de la Ontología o
Metafísica general o "pura" (no un elemento “relativo a la Metafísica” sino perteneciente a la Metafísica él
mismo: la “metafísica agambiana”, digamos).
El primero de esos elementos es su tesis o conjunto de tesis
acerca del carácter o “naturaleza” de la Historia y de su presunto fin
inminente que dejaría paso a un tiempo posthistórico, postpolítico y
postmetafísico. El segundo elemento, su ontología o metafísica, es aquel en que
Agamben, tras los pasos de Heidegger, de Wittgenstein, etc., delata la
inconsistencia “metafísica”, la de la división o divisiones entre lo espiritual
y la vida, entre lo universal y lo particular, entre el Lenguaje y su más allá…
(momento este que podríamos llamar, con los metafísicos analíticos, “metametafísico”
–pero la Metametafísica forma parte de la Metafísica-), y nos intenta ayudar a
pensar el ser Cualquiera, con su Potencia-de-no, etc. (momento puramente metafísico
u ontológico).
No abordaré directamente la cuestión de si son correctas o
no, aisladamente, estás tesis, sino que me ocuparé del modo en que ambos elementos,
Historiología y Metafísica, se relacionan en el pensamiento de Agamben, y de la
consistencia de esa relación. (También y por tanto, de la corrección o no de
esa misma división que yo acabo de hacer, entre el elemento Histórico y el
Ontológico). Como se verá, este modo dialéctico e indirecto de abordaje, nos conduce de la
manera más directa (según el machadiano “dando vueltas al atajo”) hasta la
dialéctica que buscamos.
Empecemos, no obstante, con una caracterización más precisa
de la heterogeneidad entre aquellos dos elementos:
La tesis que del carácter de la Historia nos propone
Agamben, así como la tesis de su inminente final, aunque apoyadas en eruditos y brillantísimos análisis de hechos históricos, no pertenecen al ámbito de
ninguna “ciencia positiva” (se llame esta Historiografía, Filología o, más
metafóricamente, Arqueología), sino que son tesis pertenecientes a la Filosofía
de la Historia, o, con más claridad, a la Metafísica de la Historia. Admito de
buena gana que es difícil (es más, que es dialéctico –y metafísico-) señalar el
límite y la relación entre Ciencia y Metafísica (aunque se pueda dar una caracterización de su demarcación): toda ciencia comporta presupuestos
metafísicos, y hay una influencia recíproca, aunque asimétrica, entre lo
científico-positivo y lo metafísico. Y es quizás también verdad que en ciencias
como la Historiografía la línea divisoria entre lo científico y lo metafísico
es más inextensa que nunca, porque tales ciencias, “humanas”, dependen de qué
entendamos por Hombre, idea metafísica tal vez más comprometida o más “metafísica”
que aquellas que están implicadas, por ejemplo, por la Mecánica, tales como
Espacio, Campo, Energía, Cuerpo…
Así que la tesis de que hay en Agamben un elemento “claramente” perteneciente a la Metafísica de la Historia, es problemática, dialéctica. Pero, con todo, si a algún tipo epistémico pertenece lo que hace Agamben cuando habla de la Historia, es al mismo al que pertenecieron las especulaciones de Hegel, Heidegger, Kojève, Fukuyama… es decir, a la Metafísica de lo Humano y de su Historia. Quizás con las ideas que nos propone Agamben puede uno dirigirse a la Historia para comprenderla, pero no son tesis o hipótesis propiamente historiográficas, porque ellas mismas, por principio, no están sometidas a la Historia o, si se quiere, al tiempo de la Ciencia (a la historía en sentido griego, como colección de fenómenos). Por supuesto, las tesis de Agamben pueden ser sometidas a crítica, y ser eventualmente consideradas equivocadas o incorrectas en tal o cual aspecto por otros o por él mismo en otro momento. Pero serán criticadas y corregidas (o aceptadas) con argumentos y razones metafísicos nuevamente. En cierto modo esencial, son, aunque tan falibles como toda creencia humana, completamente infalsables.
Así que la tesis de que hay en Agamben un elemento “claramente” perteneciente a la Metafísica de la Historia, es problemática, dialéctica. Pero, con todo, si a algún tipo epistémico pertenece lo que hace Agamben cuando habla de la Historia, es al mismo al que pertenecieron las especulaciones de Hegel, Heidegger, Kojève, Fukuyama… es decir, a la Metafísica de lo Humano y de su Historia. Quizás con las ideas que nos propone Agamben puede uno dirigirse a la Historia para comprenderla, pero no son tesis o hipótesis propiamente historiográficas, porque ellas mismas, por principio, no están sometidas a la Historia o, si se quiere, al tiempo de la Ciencia (a la historía en sentido griego, como colección de fenómenos). Por supuesto, las tesis de Agamben pueden ser sometidas a crítica, y ser eventualmente consideradas equivocadas o incorrectas en tal o cual aspecto por otros o por él mismo en otro momento. Pero serán criticadas y corregidas (o aceptadas) con argumentos y razones metafísicos nuevamente. En cierto modo esencial, son, aunque tan falibles como toda creencia humana, completamente infalsables.
Esto puede considerarse chocante y más que dudoso: “¿no está,
acaso, Agamben arriesgando un pronóstico, el del inminente acabamiento de la
Historia? ¿No podremos, entonces, comprobar en breve (si es que no tendríamos
que estar comprobando ya) si está en lo cierto o se equivoca en su, por tanto,
hipótesis historiográfica?” -podría preguntarse uno. Sí, pero: ¿qué ocurre si, durante los próximos
años, nos parece que no se “acaba la Historia”, que los seres humanos siguen
viviendo con instituciones donde conceptos como Soberanía, Estado (de excepción
y normal), Derechos Humanos, Intereses, Naciones, etc., siguen cumpliendo o pareciendo que cumplen una función nuclear? Esto no supondría un gran problema
para la tesis metafísica del final de la Historia. Y no solo porque es lo
suficientemente imprecisa como para dar cabida a un tiempo indefinido. Sino, sobre todo, porque siempre
sería posible, pese a los hechos, no considerar todo eso como una falsación del
diagnóstico y la predicción biopolíticos. Como ha ocurrido
muchas otras veces con las predicciones metafísico-historiológicas (Kant,
Hegel, Marx, Nietzsche…), parece imposible determinar si los hechos las han
falsado o incluso si las pueden falsar: tienen un significado que desborda
completamente a lo fáctico, juzgándolo sin dejarse juzgar por ello. En esto,
las predicciones filosóficas se asemejan a las profecías: tampoco la inminente
llegada del Mesías hace ya dos mil años fue falsada ni lo será jamás.
Lo que es más: siempre podríamos decir, llegado el caso, que, eso que nos
parece una pervivencia de la Historia, la Política, la Metafísica…, es una mera
cáscara vacía. Agamben ya ha insinuado esto:
“¿No vemos quizás alrededor de nosotros y entre nosotros hombres y pueblos sin esencia y sin identidad -consignados, por así decir, a su inesencialidad y a su inoperosidad buscar en cualquier lugar a tientas, y al precio de groseras falsificaciones, una herencia y una tarea, una herencia como tarea? (Lo abierto, pg. 141)
Igualmente, de manera obstinada, quienes creen que la Metafísica se
acabó justo antes o justo después de muerto Nietzsche, califican de
fantasmagoría inconsciente la práctica y el renacimiento de la Metafísica
entre, por ejemplo, los filósofos analíticos. Esto es posible, repitámoslo, porque no se trata de tesis
historiográficas, positivas, sino de tesis metafísicas. Las tesis de Agamben
relativas a la Historia son a la Historiografía lo que las tesis de los
Filosofía del Lenguaje es a la Lingüística o las tesis de la Filosofía de la
Mente a la Psicología y la Neurología: son tesis metafísicas, es decir, fundamentalmente
infalsables, acerca del Tiempo cualificado de los Hombres.
Supongamos que (como seguramente es cierto) Agamben no esté
de acuerdo con nuestra idea acerca de la relación entre lo Histórico y lo
Metafísico. Quizás diría (o haya dicho) que ambas
cosas no son propiamente separables epistemológicamente, e incluso que esa
escisión entre lo temporal-diacrónico y lo atemporal-sincrónico, es solo un
producto más de la tentación metafísica. Quizás Agamben esté dispuesto a
considerar falsable su hipótesis filosófico-historiográfica, y hasta sus
especulaciones ontológicas; o quizás crea que nada es realmente falsable y que
la propia “ciencia positiva” es, como creyó Nietzsche, una cierta metafísica
más o menos encubierta... ¿A dónde conduciríamos, en ese caso, la discusión,
para dirimir si Agamben o nosotros (o ninguno de los dos o ambos) está más
cerca de lo correcto? ¿No sería la Epistemología el lugar de esa discusión?
Pero, a su vez, la Epistemología ¿es una ciencia histórica, una parte de la
Metafísica, o ninguna o las dos cosas a la vez, y de qué modo? Esto nos introduce
en un “círculo” dialéctico, que dirige al problema que pretendo delatar: el de
Ser y Tiempo, en definitiva, el perenne problema (o uno de los rostros del
problema) de la Filosofía, que no se deja resolver unilateral y transdialécticamente.
Vayamos ahora al otro elemento, el ontológico o metafísico,
la “metafísica agambiana”. También esto es muy problemático, aunque por razones
distintas y casi inversas al caso de la Historiología. Antes de nada, una puntualización acerca del nombre mismo. Dudo
mucho que Agamben esté dispuesto a llamar metafísicas a sus profundas elucubraciones
acerca de, por ejemplo, el Cualquiera (quodlibet), la Potencia-de-no, la
imposibilidad de un Metalenguaje, etc. “Metafísica”, incluso “Ontología” es,
precisamente, el nombre del error:
“La ontología o filosofía primera no es una inocua disciplina académica, sino la operación en todo sentido fundamental en la que se lleva a cabo la antropogénesis, el devenir humano de lo viviente. La metafísica está atrapada desde el principio en esta estrategia: ella concierne precisamente a aquella metá que cumple y custodia la superación de la physis animal en dirección de la historia humana”. (Lo abierto, pg. 145)
Si la filosofía de Agamben debe autodefinirse, no querrá
o no debería querer nunca hacerlo como Metafísica. Como para Heidegger, Metafísica es el nombre
para algo que podemos mirar, de alguna manera, desde "fuera", desde más arriba o
más acá… Pero pienso que tenemos razones para rechazar este rechazo y esta reducción heideggerianos de la Metafísica, y que debemos conservar su nombre, en su sentido más general, para todas esas especulaciones acerca de conceptos como unidad y multiplicidad, identidad y diferencia, género y especie, sustancia, potencia y acto… Aceptar ese rechazo y reducción
de la Metafísica supondría consagrar la interpretación (a mi juicio errónea) de
Heidegger, según la cual la Metafísica (entendiendo aquí lo que hicieron Platón
o Aristóteles, por ejemplo) no pensó el Ser.
Si entendemos, entonces, por Metafísica, la consideración
del ser en cuanto ser y las propiedades que en cuanto tal le corresponden, las
tesis de Agamben acerca del Cualquiera, la Potencia de no, la imposibilidad de
un Metalenguaje, etc. (como las del mismo Heidegger sobre la Diferencia
ontológica, etc.) son tesis metafísicas. En ellas, Agamben se entrega a lo que
siempre se entregaron los metafísicos, es decir, a razonamientos “lógicos”, a
priorísticos, acerca de la naturaleza del ser y de sus categorías. Por
atenernos a una caracterización reciente en un filósofo analítico:
There are, I believe, five main features that serve to distinguish traditional metaphysics from other forms of enquiry. These are: the aprioricity of its methods; the generality of its subject-matter; the transparency or ‘non-opacity’ of its concepts; its eidicity or concern with the nature of things; and its role as a foundation for what there is. (Kit Fine “What is metaphysics?” en Contemporary aristotelian methaphysics, Camdbridge Univertity Press 2012, pg. 8)
Aprioricidad, generalidad, transparencia, eidicidad, y papel
fundador de lo que hay, eso es metafísica (conviene leer el artículo de Kite Fine).
Hasta aquí la caracterización por separado de los dos
elementos que, al menos estratégicamente, hemos distinguido en la filosofía de
Agamben: el Metafísico-Historiológico y el puramente Metafísico u Ontológico. La
relación que establece Agamben (siquiera tácitamente) entre lo Histórico y lo Metafísico
consiste, recordemos, en que:
a) [tesis metafísico-historiológica] la Historia
está acabada, a la vez que (¿como consecuencia de que, siendo
causa de que…?)
b) [tesis metafísico-ontológica] la Metafísica tiene
acabamiento, su solución en la noción (el no-concepto) de Cualquiera, etc.
Para nosotros se trata de dos niveles distintos de
acabamiento o solución: el final de la Historia sería un hecho fundamentalmente temporal, y la
solución de la Metafísica es algo de naturaleza atemporal, “lógica”,
ontológica… Pero, si esto es así, las dos tesis de Agamben (el inminente final
de la Historia, y el acabamiento o la clausura de la Metafísica) tienen que ser, de alguna manera,
incorrectas. Porque, si Agamben “tuviese razón”, si la filosofía en cuanto
Metafísica estuviese realmente “concluida”, eso significaría que su posición
ontológica (la de Agamben) es la verdad última a la que puede llegar la
Metafísica: Agamben habría resuelto o tendría en sus manos la solución o
respuesta definitiva e incontrovertible a los problemas ontológicos. O, dicho
desde el otro elemento, si las tesis metafísico-historiológicas de Agamben
fuesen correctas, es decir, si la Historia hubiese llegado a su fin o
acabamiento “lógico” (no fáctico –como ocurriría en una predicción científica-),
entonces ya no sería posible, por razones lógico-históricas, ontológicas,
metafísicas (no fácticas) poner en cuestión las propias tesis de Agamben. Pero,
obviamente, las tesis de Agamben, tanto las pertenecientes a la Metafísica de
la Historia como las que se refieren a la simple Ontología, no están cerradas
por razones lógicas o metafísicas. Como mucho (estaría por ver), serían las
últimas en un nivel fáctico o temporal, debido, no a la lógica interna de la
Historia Humana, sino a ciertas contingencias (que desaparezcan los humanos,
por ejemplo). Tenemos que poder evaluar, al menos a priori, si la Metafísica de
Agamben es consistente y correcta, o cuán correcta en relación con otras
propuestas metafísicas. Tenemos que poder sopesar los argumentos de Agamben,
argumentos de tipo “lógico” u ontológico.
Quizás pueda ocurrírsele a alguien que lo que pasa es que el
propio Tiempo es una idea metafísica (que los animales no “conocerían”,
vivirían, tendrían…), y que, entonces, lo que pasa o va a pasar es que el
tiempo “acaba” junto con la propia Metafísica (esto mostraría más claramente,
de paso, el carácter extra-positivo, no-científico, metafísico… de semejante
especulación). Ahora bien, si eso fuese así, si el propio tiempo, junto con la
Historia Humana, el Hombre, la Política… “acaban” en un no-tiempo, o son
reinterpretados o absorbidos o reabsorbidos por algo inefable, nuevamente se
plantearía la cuestión: ¿a dónde nos conduciremos ahora, en este momento, para
evaluar si la tesis de Agamben acerca del Tiempo es acertada? Solo queda
conducirnos a la reflexión filosófica, es decir, a la Metafísica.
El punto importante de mi argumento es, pues, que,
independientemente de que las tesis de Agamben estén en lo cierto o no, tienen
que poder (al menos “lógicamente”) ser sometidas a consideración por nosotros,
de manera que no pueden darse como definitivamente correctas, declararse como
el sello de todo. Aunque eventualmente todos los filósofos del mundo estuviesen
de acuerdo en considerarlas correctas, esto no las haría un ápice más
conclusivas: ese acuerdo contingente no podría clausurar definitivamente la
crítica. Al contrario: cualquier acuerdo es eventual. Y eso implica que la
Metafísica no puede estar acabada, nunca puede por sí misma estar acabada, sino
al contrario. Cualquier tesis metafísica humana (histórica) tiene que ser, aunque infalsable empíricamente, falible "lógicamente", especulativa, dialécticamente. Por supuesto, esto afecta también a la nuestra, de modo que tampoco la nuestra puede pretenderse como una necesidad metafísico-histórica.
¿Entonces Agamben no tiene derecho a hacer una Metafísica de
la Historia? Es obvio que todo pensador deduce o puede intentar deducir, a partir
de su Metafísica pura, una Metafísica de la Historia. Así lo hicieron y hacen los otros
metafísicos de la Historia. Pero, al hacerlo, al menos cuantos deducen un final,
caen en una paradoja: hacen sus propias tesis fácticamente irrefutables. Esto
no es literalmente una contradicción: es posible que, de hecho (fácticamente)
no se den las condiciones de un pensar metafísico (según Badiou, la filosofía
tiene unas circunstancias en que puede darse y otras en las que no). Pero estas
circunstancias no serán intrínsecas a la propia Metafísica, en el sentido de
que no serán solucionadas por razones metafísicas, sino abandonas por razones
históricas.
Como Heidegger, Agamben habría caído en dos "errores" (unilateralidades, dicho más correctamente)
solidarios y simétricos acerca de la Historia y de la Metafísica
respectivamente: la Historia solo puede “acabar” fácticamente, no desde un
punto de vista metafísico (pues nunca es un hecho fáctico, por puras razones “lógicas”
o metafísicas, que el problema metafísico esté “resuelto”); y, en cambio y
sobre todo, la Metafísica solo puede clausurarse metafísicamente (o, más bien,
está, si lo está, clausurada atemporalmente en sí misma, aunque los seres
finitos nos movamos en el desconocimiento de esa solución interna suya).
Heidegger y Agamben pretenden dar a la Historia un final “metafísico” (en el
sentido amplio y propio en que estamos usando la palabra) y pretenden dar a la
metafísica un final histórico. Ambas cosas son imposibles.
Pero, una vez más se dirá: ¿no seguimos así nosotros en una
separación entre lo Ontológico y lo Histórico-fáctico que es precisamente
puesto en duda, deconstruido, por quienes piensan que ambas cosas son
inseparables y que es justo esa escisión el gran error? También nosotros
tenemos y proponemos una metafísica, sí (concretamente, una metafísica
dialéctica en la que Ser y Tiempo, Ontológico e Histórico… se relacionan como
interimplicándose pero no pudiendo resolverse). Pero, nuevamente, el problema
es: ¿cómo podemos poner en diálogo la metafísica agambiana con la nuestra?
Cualquier “solución” que suponga que la respuesta está ya cerrada a favor de
una cierta metafísica, será inaceptable o, al menos, unilateral. Hay algo de incongruente en pretenderse el sello de las
profecías.
****
No creo, como tesis historiográfica o fáctica, que vayan a acabarse la
Historia ni la Metafísica (¿cómo podría ser una tesis histórica el final de la historia, o una tesis metafísica el final de la metafísica?). No creo, tampoco, como tesis metafísica, que la
metafísica agambiana sea la única posible ni la más cercana a la verdad. Tampoco creo que sea cosa de mala fe ni de pura ignorancia creer que la Historia no está
a punto de acabar ni que la Metafísica está clausurada. Personas inteligentes y
honestas siguen haciendo política y metafísica.
Si quienes creemos que la Historia no está acabada y que la Metafísica no está “solucionada” o superada podemos ser vistos como seres
inconscientes que, en medio de las ruinas o, incluso, en medio de otro mundo
(de un reino mesiánico, por ejemplo) caminan como se hacía en otra época y como ya no es
posible, quienes profetizan el final de la Historia, el acabamiento de la
Metafísica, pueden ser vistos,m por su parte, como profetas que una y otra vez se equivocan, y
que creen estar haciendo algo diferente a lo que siempre se hizo y ellos mismos
siguen haciendo. Ambas visiones están en una dialéctica que tenemos que seguir pensando, que no está acabada.
Si bien no tengo las capacidades necesarias para entender todo lo que dices, sólo quiero expresar que coincido en que la metafísica no debe considerarse como terminada. Muchas de nuestras preocupaciones principales sobre la vida están inmersas en conceptos metafísicos, mismos que la ciencia no puede dilucidar, ni como bien dices, los filósofos pueden eliminar de un plumazo. Muy bonita discusión.
ResponderEliminarRonald, muchas gracias por tu comentario. Efectivamente, la metafísica no acaba, sustituida por la ciencia o la barbarie. Un cordial abrazo
Eliminar