Bueno, decían los filósofos, es lo que todos apetecen, buscan y aman. Y lo que todos buscan y aman es ser, y ser más que ser menos, ser más reales. Lo que todo ser busca, en realidad, es ser perfecto, porque realidad y perfección son lo mismo. El Bien, por tanto, es el verdadero y auténtico ser:
¿Qué es "más ser", más real, y, por tanto, más perfecto? Es más real lo que es más uno y activo, lo que tiene más identidad y está menos dividido en sí mismo, y lo que, por eso, es más causa y menos efecto, lo que es más autónomo, lo que “se mueve a sí mismo”, lo que es “en acto”.
Eso es también lo más libre, lo que no está determinado por otro, o sea, aquello cuya conducta no se explica por algo ajeno, sino por "su propia esencia".
Es más uno y más activo lo vivo que lo inerte, lo consciente que lo inconsciente, lo inteligente que lo ignorante. Esas características, vida, conciencia, inteligencia..., se dan, en diferentes grados y aspectos, en todo ser.
Lo que tiene más unidad y autonomía, o sea, lo que es más real, es, por definición, lo más perfecto.
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Todo ser o sujeto tiene, en mayor o menor medida, inteligencia o conocimiento, voluntad o deseo, sentimiento o afectividad, y sensibilidad o receptividad. Estas “facultades” (capacidades, funciones…) son diversos aspectos inseparables de la identidad de un ser. Estos aspectos son discriminables en cada ser, en su interacción con los demás.
La Inteligencia o Razón es la facultad de ser afectado y afectar a las cosas en su verdadera naturaleza, es decir, teniendo en cuenta las propiedades universales o leyes que determinan en general a las cosas y en concreto a cada una.
La Voluntad es la capacidad o aspecto por el que un ser expresa lo que es, es decir, lo que piensa. No es la capacidad más puramente activa o autónoma del sujeto, sino la expresión de ésta, de la Inteligencia o Razón. La voluntad quiere el Bien como la inteligencia comprende la Verdad, pero qué es el Bien, o sea, el “objeto” de la Voluntad, le viene dado por lo que la Inteligencia comprende como bueno o más perfecto, es decir, como aquello que es más uno y activo.
Los Sentimientos o Afectividad son la capacidad de reacción, es decir, la respuesta, primariamente pasiva y secundariamente activa, a las acciones, de otros o propias. Los sentimientos valoran sensiblemente, es decir, receptivamente. Lo que supone un aumento de unidad y autonomía del sujeto, o sea, un aumento de realidad y perfección, produce el sentimiento positivo de Placer (desde el más simplemente metabólico al más sublime de los placeres intelectuales, morales o estéticos). Lo que supone una disminución de realidad y perfección del sujeto, produce la reacción afectiva del Dolor. Puede decirse, pues, que los sentimientos son síntomas de la realidad del sujeto.
La Sensibilidad o receptividad es el aspecto por el que un ser es afectado pasivamente por lo otro, por lo externo. Nada es completamente pasivo, y en la sensibilidad hay actividad, hay inteligencia, voluntad y sentimiento, indisolublemente “mezclados”, pero distinguimos como sensibilidad el aspecto o modo más pasivo de la conducta de un ser.
La interacción de un ser con el mundo sigue el doble camino, hacia "arriba" y hacia "abajo", que va de la receptividad sensible hasta la actividad de la inteligencia y de la inteligencia a la sensibilidad, mediante la afectividad y el deseo.
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El Acto fundamental, la forma más activa de ser, en la que el sujeto tiene mayor identidad y autonomía es el Conocimiento(“pensar es lo mismo que ser”, dijo Parménides). El padecimiento principal es la Ignorancia. Nada se tiene ni se vive más propiamente que lo que se conoce. Nada se tiene ni se vive propiamente si no se conoce.
Qué es la realidad se manifiesta como Verdad a la Inteligencia. Si no se conoce la realidad no se puede tampoco desear libremente. Un ser tiene libre voluntad sólo cuando y en la medida en que conoce la verdad, tanto la verdad universal de qué es ser y perfección, como las verdades concretas del mundo en que actúa (o sea, todo, en alguna medida). No hay libertad sin conocimiento, ni más libertad que la que procede del conocimiento.
La libertad no sólo es compatible con la necesidad que pone la Inteligencia o Razón, sino que sólo gracias a esa necesidad y universalidad de la Razón, es la voluntad distinguible del azar, o de la necesidad mecánica y ciega.
La libre voluntad está necesariamente regida por el principio de “lo bueno debe hacerse” (Bonum est faciendum), en el sentido más universal de “lo bueno debe desearse”.
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“Hacer el mal” es una contradicción en los términos. Hacer es siempre bueno, positivo, porque Ser es lo mismo que Acto. El mal siempre es padecimiento (“pasión”).
A lo sumo, se puede decir que un ser "hace el mal" por accidente, cuando, fruto de su padecimiento (de su ignorancia, o de su debilidad de voluntad -si existe tal cosa-) sucede un mal relativo.
A lo sumo, se puede decir que un ser "hace el mal" por accidente, cuando, fruto de su padecimiento (de su ignorancia, o de su debilidad de voluntad -si existe tal cosa-) sucede un mal relativo.
El concepto de Culpa, entendido como hacer el mal voluntariamente, carece de sentido. Si un ser elige su “interés egoísta” (como se suele decir) en lugar del bien universal, eso sólo puede deberse o a que ignora que lo universal es más perfecto que lo contingente, y no se conoce a sí mismo como ser racional, o bien, si sabe eso, a que su voluntad no está determinada por lo que sabe. Pero una voluntad que no es determinada por la inteligencia no es libre, y se puede apenas llamarla voluntad, o habría que considerarla voluntad enferma. No se puede decir que alguien quiere cuando su querer no se corresponde con su creer bueno.
El concepto de Pena como justicia, entendido como devolver el daño cometido, carece de sentido.
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En la medida en que los seres son múltiples y diferentes, la perfección de uno no es la perfección del otro, aunque la norma o criterio de bondad o perfección sea la misma para todos: ser en acto. En esa medida, lo que beneficia a unos no beneficia a otros, y el bien es, para cada uno, una cosa.
Pero la multiplicidad y diversidad de seres es relativa, en tanto que la unidad de la realidad o ser es absoluta. Por esto, en el fondo no puede haber incompatibilidad de los bienes, sino complementariedad o coherencia.
Todo ser actúa de acuerdo con su perfección. En este sentido, "todo está bien hecho". Pero todo ser podría ser más perfecto, y en ese sentido todo podría (y debería) ser mejor.
En la medida en que un ser carece de unidad (auto-identidad) es menos perfecto. Así, en la medida en que, en un ser, los sentimientos, o el deseo, sean “extraños” a la inteligencia, es decir, no estén determinados por ella, será un ser “dividido” en sí mismo, más pasivo, por tanto, y “peor”.
En la medida en que un ser es racional “en acto” (inteligente), comprende que, lo que en él hay de activo y unitario, es universal.
El valor de la vida no se mide por el tiempo de subsistencia, ni por la cantidad de propiedades externas que se “tiene”, porque, en realidad, ni se vive en la medida en que no se es consciente (nadie preferiría subsistir mil años en coma a vivir un segundo consciente), ni se tiene lo que no es propiamente de la esencia de uno. Un segundo de sabiduría desnuda es infinitamente superior a una eternidad de dorada ignorancia.
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El perfeccionamiento de un ser es la Educación. La Educación adecuada se basa en el conocimiento de lo que es la perfección misma (la medida de perfección), o sea, la unidad y el acto, y en el conocimiento de lo que es cada ser y, especialmente, el que se educa.
La Educación adecuada es una Educación del Amor, en el doble sentido del término ‘de’: se educa el amor, y lo hace el propio Amor. Pero el único que puede educarse es uno mismo. Los demás, los maestros, son ayudantes o medios. “Conócete a ti mismo”. Por tanto, sólo quien ama y es amor puede educarse y buscar la perfección.
Me alegro de que expreses tus ideas en un blog. Así que ningún lugar mejor para discutirlas que éste.
ResponderEliminarUn saludo.
srsum corda!
ResponderEliminarbienvenido por aquí. Estás en tu casa. Puedes expresar aquí lo que te parezca oportuno (aunque ya tienes tu excelente blog para hacerlo).
Sé que nuestras ideas son bastante disímiles, pero precisamente por eso tiene más sentido nuestro diálogo filosófico (y personal).
Espero que mi estilo "metafisicoide" no te eche para atrás, y podamos buscar lo que nos une, que es mucho.
Un cordial saludo.