No hace mucho que naciste,
veinte o
veintidós inviernos,
lejos del
centro del Mundo,
adonde no
llega el tiempo,
en aquella fría
ciudad
cuyo nombre
no recuerdo
(si es que en
verdad tiene nombre
por ser
parte de un imperio).
En medio de
un descampado,
el edificio
soviético:
ventanas
iguales como
palotes,
balas o ceros.
Dicen que
allí no hay futuro…
Tampoco el
presente es cierto,
y el pasado,
si lo hubo,
pasó y a
volver no ha vuelto.
Dos o tres
días fuiste niño
y mamaste
amor materno;
en peleas paternales
reíste, allá
de pequeño.
Pero
creciste, muy pronto,
como es propio
de polluelos,
y ya andabas
por ahí, solo,
de
experiencia en escarmiento.
Según una
roída foto,
en un roído
barreño,
aunque nadie
te buscaba,
te escondías
de aburrimiento.
Algunas
tardes jugaste
en columpios
cementerio
de un óxido
que en tus uñas
y entrañas llevas
impreso.
Tu padre un
día te abrazó;
otros, te
pegaba, ebrio,
los palos
que a él le pegaron
sus padres y
sus abuelos.
A tu madre
no reprochas
cierta dureza
en lo tierno:
en lucha
andaba, la pobre,
no te
hiciera al frío indefenso…
De uno y
otra heredaste
tu inhábil
comportamiento
con aquella
única novia
de tu
inhábil primer sexo.
Tu profesor sentenció
(él, que se
sentía un maestro
exiliado sin
por qué
en aquel crudo
desierto)
que tu
cuaderno indicaba
que eras
carne de pescuezo.
En su
impoluta justicia
la ley te dejó
suspenso.
No valiendo
para nada,
valiste para
el ejército:
¡allí darían
forma al frío
que fue
cuajando en tu pecho!
A golpe de
vara y burla
serías
hombre hecho y derecho.
Una vacía
mañana
de un vacío
mes de enero,
dentro de un
camión vacío
lleno de
otros rostros huecos,
te llevaron
a un país
que te
pareciera inmenso,
y en el que
no se veían
ni gentes ni
apenas perros.
¿Qué estabas
tú haciendo allí?
Defender el
patrio suelo,
según la
corte y sus sabios;
según os
dijo el sargento,
ganarte la
gloria, o sea
(temías
antes, viste luego),
hacer sufrir
y sufrir,
matar, morir
o ser preso.
No se va de
tu memoria
que el día
del reclutamiento
tu madre
pegó a los guardias
hasta que la
detuvieron;
tu padre
estaba detrás,
quieto,
llorando hacia dentro.
Les viste verte
alejándote
de un hogar ya
sin regreso.
Días
después, con voz lejana,
te dirían
por teléfono
que a casa
llegaron latas
de conservas
del gobierno,
(latas que, tú
sabes bien,
hasta hoy
nadie ha abierto);
y que, de la
madre Iglesia,
llevó a tu
casa el cartero
una carta con
seguras
garantías de
irte al cielo.
Lo que sucedió
después,
si quieres,
no lo refiero:
hambre y
alcohol en el tanque,
soledad,
pánico y sueño;
y en la
calle, llanto y muerte,
fuego y
llanto, muerte y fuego.
Hiciste cosas
horribles
a sabiendas
sin saberlo,
jugando a la
guerra como
si fuera un
posible juego.
Aquellas no
eran personas
sino
enemigos del pueblo,
te creían
solo una bestia,
¡les
demostrarías serlo!
Eso es lo
que se oía
en todo tu
regimiento,
aunque de
una abuela viste,
entre
escombros de silencio,
en su mirada
más pena
por ti que
reproche y miedo.
Tras tanto
destrozo helado
te
entregaste o te cogieron,
y todo acabó.
Ahora gozas
condición de
prisionero.
Es de un
criminal de guerra
tu cara de
niño viejo.
La gente te
ve en la jaula
la vista de
tu proceso.
Tú, ni
presente ni ausente;
no eres
sujeto ni objeto.
A una mujer
que te increpa
te oyes
decirle “lo siento”,
sabiendo que
ella no puede
gritar su
vacío inmenso.
Te dan
abogado y agua,
pero tu
madre está lejos.
No tiene
perdón de Dios
lo que
llevas en los dedos.
Perdiste la
dignidad
de los que
hiciste caer muertos.
No da pena quien
da culpa:
recibe pena
y desprecio.
Pero hoy, al
recordarte,
por tu causa
me desvelo.
Tú podrías
ser hijo mío,
solo no lo
eres de hecho.
Tu mirada es
mi mirada,
yo soy tú
sin poder serlo.
Pero, sobre
todo, eres
quien mataste
y cayó yerto.
Me duelen
mucho tus víctimas,
arrancadas
en su vuelo,
por tu arma
seca y fría,
de inocente
crecimiento;
robadas o
mutiladas,
solas en
suelo extranjero…
Duelen
infinitamente…
pero tú no
dueles menos.
Y, si ellas
no te dolieran,
más merecerías
duelo,
aunque sé
que, aunque tú sabes
que la humana
ley es cuento,
están tus tripas
heladas
como de remordimiento…
Hoy querrías
no ser tú,
devolver tu
nacimiento,
ya que, se
ve, no naciste
digno de
dicha y respeto.
¿Es justo
que te arrepientas?
¿Cuál es ese
sentimiento?
El Mundo te
ha condenado,
pero escucha
lo que pienso:
Dios no
podría perdonarte,
ni puede un
humano hacerlo,
no porque no
sea justo
sino que no
es su derecho.
Tú no fuiste
quien lo hizo,
te sucedió sin
quererlo,
como le
sucede el frío
y la soledad
al huérfano.
No hay quien
pueda hacer el mal
en este u
otro universo:
¿quién
querría hacerse malo?
¿quién no desearía
ser bueno?
Uno quiere
el bien, lo malo
solo es
reacción y defecto.
Llorándote a
ti, también
lloro por
tus compañeros
invasores,
reclutados
para llenar
morideros;
que agonizan
en trincheras
destrozándose
los cuerpos;
no les dará
aliento nadie
en su
penúltimo aliento,
y donarán su
cadáver
a fosa común
o cuervo,
llevando
acaso unas víctimas
en su
tristísimo acervo.
Y, al fin, me
duelen también,
haciendo un
supremo esfuerzo,
eso
inhumanos hombres
que
organizan todo esto.
Aunque ellos
sí nos parece
que hacen el
mal, por ser dueños,
son quienes violencia
fría
más
crudamente sufrieron.
¿Adónde va
el miserable
tras su vida
de desecho?
¿Alguien
escucha su ausencia?
¿Puede
reclamar por ello?
Acaso un
poeta diría,
si Dios no
se hubiera muerto,
que, cuando
tu cuerpo caiga,
algún ángel
de su séquito
bajará a enlazar
dos almas
con reparador
ungüento,
la tuya y la
de aquel hombre,
jugando el
instante eterno
en el que
por fin se encuentran
en la paz
abuelo y nieto.
Mas ¿te cabe
esa esperanza?
¿no es Dios solo
un frío espectro?
¿No lo han
matado, inconscientes,
los que de
ti nos dijeron
que por ser
del otro bando
arderías en
el infierno?
Hay que
creer que es ahora
y aquí el
lugar y el momento:
si aquí y
ahora se diera
amor, pero el
verdadero,
que no juzga
ni condena,
que ilumina
más al ciego,
a ti, que te
lo mereces
como yo, sin
merecerlo,
de él se te
daría, y darías,
por tu
criminal tormento,
y
transformarías el mundo,
perfecto por
fin e ingenuo.
Si esto aquí
no se da,
queda que lo
deseemos.
Quizás tú,
por tu destino,
puedas hallarlo
primero.