La educación debe ser completamente universal y gratuita, y el Estado debe garantizar exactamente las mismas posibilidades reales a todos los
niños. Cualquier otra cosa es injusta, además de perjudicial para la sociedad.
Y esto aun asumiendo una de las perspectivas menos propicias, en principio (y con importe
ideológico real hoy día), a esa conclusión, a saber, la perspectiva liberalista
pura, basada en los derechos individuales y la consideración meramente
utilitarista de la sociedad. ¿Por qué?
Atendiendo al derecho de los individuos, cualquier
desigualdad en el acceso a la educación es completamente injusta, como se puede
argumentar así:
a) Toda
persona tiene en principio (antes de que haga méritos) el mismo derecho a
acceder a un bien (principio de igualdad de derecho en las condiciones externas
iniciales -fundamental, tanto para una ideología comunitarista como para el más
puro liberalismo-);
b) El
derecho de acceso a un bien debe depender, si no de las necesidades de uno (“a
cada uno según sus necesidades”), al menos de los méritos de las personas (“el
que no trabaje, que no coma”);
c) La
educación es un bien (incluso un bien primario, necesario en nuestras
sociedades o, quizás, en cualquier sociedad humana), que condiciona o incluso
determina completamente los méritos o deméritos de una persona en cualquier
otra actividad;
d) El
niño no tiene méritos o deméritos que le hagan merecedor de mayor o menor
acceso a un bien (en verdad, esto debería valer para cualquier persona que no
haya tenido antes un acceso justo a educación);
e) Luego
toda persona tiene el mismo derecho a acceder a la educación en las mismas
condiciones.
f)
El que el acceso a la educación esté, en alguna medida
(por ínfima que sea) condicionado por los méritos o deméritos de otros individuos que el niño (por ejemplo,
los padres o tutores) es una injusticia manifiesta.
En segundo lugar, la desigualdad, por pequeña que sea, en el acceso a
la educación, es perjudicial para el bien común de la sociedad y, mediatamente,
para todos y cada uno de los individuos, en la medida en que su beneficio y
seguridad dependen de que la sociedad funcione de la mejor manera posible:
a) Es
de interés para el bien social común (incluso desde una concepción
individualista) que cada persona desarrolle sin trabas y ejercite al máximo, en
beneficio de la sociedad, sus capacidades o potencialidades naturales
b) La
educación es un factor necesario (en verdad, “vital”, esencial) en el
desarrollo y ejercicio de las capacidades de una persona,
c) Las
desigualdades en el acceso a la educación impiden que los individuos realicen
sin trabas y en igualdad de condiciones sus capacidades naturales
d) Luego
la sociedad resulta perjudicada si los individuos no tienen un acceso
igualitario y sin trabas a la educación.
El coste económico en la educación, por ínfimo que sea, crea
desigualdad en el acceso a la educación. Por tanto, está en el interés racional
de incluso una ideología radicalmente liberal, empeñada en que cada uno
demuestre sus méritos reales y aporte el mayor beneficio a todos y cada uno,
que el Estado, por mínimo que sea, garantice plenamente la igualdad de
oportunidades de todos los individuos en el acceso a la educación, no solo
mediante la mera gratuidad y universalidad, sino incluso compensando las trabas
que para un estudiante supone el entorno social desfavorable.
Así pues, tanto en lo que se refiere a los derechos
individuales como en lo que se refiere a la utilidad de la sociedad, lo único
justo y beneficioso es que la educación sea completamente universal y gratuita,
y compense las trabas a que se ven sujetos los individuos que viven en entornos
menos favorables no merecidos.
Este asunto es independiente (al menos relativamente) de si la educación de todos los ciudadanos de un Estado debería ser (y hasta
qué punto) homogénea en contenidos y métodos. Tanto quien crea que sí como
quien crea que no, debería abogar por un acceso igual para todos los niños (y,
en verdad, personas en general) a la educación. Y esto solo lo puede garantizar
la gratuidad total, acompañada de medidas económicas compensatorias para
aquellos educandos que tuviesen un medio adverso.
La única alternativa ideológica a lo anterior sería alguna
forma de aristocracia o elitismo hereditario o sanguíneo, es decir, que
supusiese que los hijos heredan justamente las pobrezas o riquezas (es decir,
presuntamente, los méritos o deméritos, de sus padres), antes de haber hecho
ellos nada, y/o que ello es beneficioso para la sociedad. Eso significaría
prácticamente un sistema de castas o, al menos, de estamentos.
En los próximos años, de manera todavía mucho más cruda que en los
anteriores, los estudiantes españoles van a ser seleccionados en buena medida
por las posibilidades económicas de las familias. Aunque se dice
demagógicamente que ningún “buen estudiante” se va a quedar sin estudiar por
falta de medios (lo cual, a la vez, es una mentira manifiesta), lo
indudablemente cierto es que, si uno es un “vago” o “zoquete” pero hijo de un
triunfador (de un especulador financiero, por ejemplo), podrá repetir los
cursos que haga falta hasta llegar a ser cualquier cosa, mientras que un chico
inteligente de clase “media-baja” tendrá que estudiar bajo la enorme presión de
que no puede tener el más mínimo instante de desfallecimiento, además de estar
constatando la gran injusticia de que algunos de sus compañeros se lo toman con
mayor relajación.
No hace falta ser muy listo para pronosticar a dónde llevará
eso a nuestra sociedad: será más injusta e infeliz. En los puestos de mayor
responsabilidad habrá cada vez más ineptos, pero con apellidos que se repiten
(porque la ineptitud y el egoísmo es, naturalmente, endogámico), y habrá más
genios atendiendo en la caja de un supermercado o en la terraza de un bar.
Pero ¿qué se podría esperar de una sociedad en la que un
individuo que, dedicándose a prestar dinero a cambio de intereses, o a la “dirección
de empresa” (a veces, incluso, sin tener él ni idea de cómo se hace una cosa o
la otra, sino teniendo a su cargo “empleados” que le hacen el trabajo), vale
objetivamente más, según las cuentas que se hace la sociedad (o sea, el precio
que se pone a las cosas) que, por ejemplo, una madre que cría a sus hijos, un
músico, un maestro o un agricultor?
Hola, Juan Antonio.
ResponderEliminarA mi modo de ver, este análisis que expones incurre en algunos defectos de planteamiento que me gustaría señalar, con tu permiso.
Por ejemplo, la postura utilitarista y la de la ética de los derechos no son compatibles. De hecho, considero que son diametralmente opuestas.
La ética de derechos se basa en el principio de que cada persona es un fin en sí mismo y por tanto no deber ser usada como un simple medio para los fines de otros. Por eso, cada persona posee una serie de derechos básicos e inalienables que no pueden ser sacrificados con la excusa de favorecer a la mayoría o al conjunto de la sociedad.
En cambio, el utilitarismo se basa en la idea de maximizar el placer&bienestar&felicidad (y reducir el dolor y el sufrimiento) para el mayor número posible de individuos, aunque para conseguir este fin algunas o todas las personas sean forzosamente usadas como mero instrumentos, sin tener en cuenta su voluntad ni sus fines propios. Según el enfoque utilitarista, lo importante no son las personas en sí mismas, sino el bienestar de la mayoría o "el bien general".
Por otro lado, un derecho es, básicamente, la protección de un interés. Reconocer que los individuos gozan de derechos morales no implica que nosotros estemos obligados a satisfacer los intereses que esos derechos protegen. Lo que estamos obligados, en tanto agentes morales que somos, es a no impedir con nuestras acciones que los individuos ejerzan libremente sus derechos legítimos, o asegurar que todos podamos ejercer nuestros derechos sin coacciones ni impedimientos por parte de otros.
Por ejemplo, el derecho a la vida significa que no debemos destruir la vida de una persona. Pero el derecho a la vida no significa que estemos obligados a mantener con vida a dicha persona. Puedo estar obligado sólo en el caso de que sea responsable de la existencia de una persona (por ejemplo, en el caso de tener un hijo) pero no estamos obligados a mantener con vida a las personas que pueblan este plantea y de cuya existencia no somos responsables. Lo mismo vale, en principio, para cualquier otro derecho moral.
Desde el punto de vista ético del respeto por las personas y sus derechos no es compatible el hecho de usarlas sin tener en cuenta su voluntad ni sus intereses propios para algún fin determinado, por muy pretendidamente loable que sea.
Para el utilitarismo es perfectamente aceptable sacrificar forzosamente la vida y los intereses de unos cuantos individuos (cien, mil,...) si con ello se consigue beneficiar a un número mayor. Este planteamiento va radicalmente en contra de la ética de derechos.
Tengo la impresión, por lo que leo de en tu nota, de que inicialmente eres partidario de una educación pública, universal y gratuita (subvencionada con impuestos), y que usas determinados argumentos para intentar respaldar previamente esta postura. Pero yo diría que lo racional debería ser al contrario: formar nuestra opinión posteriormente en base a los hechos y los argumentos. Claro que no siempre hacemos lo que es racional.
Si alguien me preguntara si a mí me gustaría que todo el mundo pudiera acceder a la educación únicamente en base a su propio talento o capacidad, la respuesta sería afirmativa, pero una preferencia o gusto personal no es un argumento válido.
Un saludo.
Querido Luis,
ResponderEliminardices que un planteamiento de derecho (deontológico) es incompatible con un planteamiento utilitarista, y crees que incurro en la mezcla de ambos. Pero observa que yo los estoy usando como dos argumentos completamente independientes, no en un mismo argumento. He argumentado que la educación no universal y gratuita es injusta y además e independientemente de ello, contraútil, con dos argumentos que no dependen el uno del otro. Así que, para quienes prefieren una perspectiva deontológica, sirve el primero (es injusto que dos personas no tengan las mismas condiciones iniciales), y para los utilitaristas sirve el segundo (es contrario a la utilidad que perdamos genios y ganemos zoquetes en los puestos de responsabilidad). Por tanto, no veo el defecto de forma.
No obstante, tampoco acepto que las perspectivas deontológica y utilitarista sean incompatibles en la forma en que tú lo expresas, sino que son complementarias. Por supuesto, alguien que cree que no hay que tratar a las personas nunca como meros medios no puede aceptar una justificación utilitarista que sea incompatible con una justificación deontológica, pero sí puede perfectamente estar interesado también en la utilidad, una vez que ha quedado salvaguardada la justicia. Lo que hará, pues, es subordinar el criterio de utilidad al de justicia.
En mi nota demuestro (creo yo) que tanto por un argumento deontológico (el primero) como por un argumento utilitarista (el segundo) se sigue que una sociedad debe garantizar la enseñanza universal y gratutita. Y creo que a esta conclusión han llegado todos los importantes teóricos de ambas tendencias, y por eso ha quedado reflejado en las cartas de derechos humanos y en los encabezamientos de constituciones, etc.
Dices luego que un derecho es la protección de un interés. Esto solo es cierto según se entienda el ambiguo "interés". Si lo entiendes como aquello que un individuo conscientemente desea y exige, yo no acepto esa definición de derecho (aunque algunos utilitaristas sí lo aceptarían -no todos-): las mujeres tienen derecho a no ser subordinadas, aunque muchas de ellas no lo sepan, y los animales tienen derecho a ser respetados en sus sentimientos, aunque tampoco sepan que tienen ese derecho.
Un derecho es, en mi opinión, el trato o facultad "merecido" o, más bien, que le corresponde a un ser, dadas sus características esenciales. Un ser tiene el derecho que tiene por su naturaleza: el derecho a ser tratado de acuerdo con sus capacidades y finalidades (intereses objetivos) propios.
Y un derecho de un ser es una obligación para los demás, o, al menos, para la sociedad: si todas las personas tienen derecho a competir en igualdad de condiciones (como acepta el liberalismo -que, en general, tiene una base claramente deontológica-), entonces la sociedad tiene que garantizar (salvo que le resulte manifiestamente imposible, sin sacrificar, por ejemplo, un derecho superior) ese derecho a todos. El derecho a la igualdad de posibilidades es el derecho fundamental en una sociedad, tanto desde la perspectiva deontológica (kantiana, rawlsiana, Nozick), como desde una perspectiva utilitarista (aunque aquí hay más terreno a la casuística).
Hacia el final de tu comentario apelas a los hechos. Pero estamos hablando de una cuestión normativa, no fáctica. La cuestión de hechos vendría después, en términos de si es posible realizar lo que prescribe la razón moral y política. Si se demostrase, por ejemplo, que tal o cual estado no cuenta con posibilidades para garantizar ese derecho, cosa que no es el caso, pues antes habría que gastar lo que se tiene en garantizar la igualdad de oportunidades que en cualquier otra cosa.
Por tanto, yo no creo que me haya limitado a expresar un gusto personal, sino que he expuesto dos argumentos (repito, independientes). ¿Alguno de ellos incurre en algún defecto de forma, o contiene alguna premisa inaceptable? Esta, creo, es la cuestión.
Un cordial saludo
Estimando Juan Antonio,
ResponderEliminarLa ética de derechos y el utilitarismo no pueden ser compatibles ni complementarios, y además son totalmente opuestos, por las razones que he expuesto, entre otras muchas.
Decir que una vez que se asegura el respeto por los derechos entonces sí podemos hacer un cálculo utilitarista es algo que ya no tiene que ver con el utilitarismo como doctrina. Esa perspectiva no cumple los preceptos del utilitarismo. Si respetamos los derechos de las personas entonces ya no podemos aplicar el utilitarismo en ninguna forma. Respetar los derechos inviolables de cada persona implica que nuestra conducta estará limitada respecto de lo que podamos hacer con dichas personas y ya no podremos cumplir el precepto utilitarista de la mayor felicidad (placer, bienestar) para el mayor número.
Una de las razones que se suele apelar para justificar el uso de animales nohumanos en experimentos es que esto beneficia el progreso científico y médico, y por tanto beneficia a su vez a todos los que gozamos de los avances científicos y médicos. A costa de que los animales usados en dichos experimentos salen gravemente perjudicados (lesionados, enfermos o muertos). Esto es un planteamiento propiamente utilitarista, además de especista. Si eliminamos el especismo y hacemos lo mismo con seres humanos (experimentar libremente con algunos de ellos) entonces seguramente esto beneficiaría al progreso científico y a un gran número de individuos. A costa de haber violado los derechos básicos de los individuos forzados en experimentos.
Este ejemplo lo pongo para hacer ver que no hay posibilidad alguna de compatibilidad ni complementariedad entre el utilitarismo y la ética de derechos.
El segundo enfoque que consideras utilitarista, a mí me parece que sería más bien colectivista. Es decir, está basado en la idea de que los individuos deben estar subordinados a una serie de objetivos impuestos para supuesto beneficio de la sociedad, o de la mayoría. De hecho, creo entender que piensas que existe una entidad llamada sociedad para la cual existe algo que es útil y algo que no lo es. Pero a mí me parece que tal cosa no existe. La sociedad no existe como entidad. Es una mera convención para referirnos al conjunto de individuos. Los individuos sí existen, existimos. La sociedad es una mera abstracción teórica. La sociedad no tiene obligaciones, ni derechos ni preferencias. Eso es propiedad exclusiva de cada individuo real.
El ejemplo que pones de que una mujer tiene derecho a no ser subordinada al varón, en realidad tiene que ver con el reconocimiento de su estatus de persona. El estatus de persona es absoluto y significa que ninguna persona puede ser tratada como propiedad de otra. También podemos apelar al principio de igualdad, el cual niega que los intereses de un individuo deban estar supeditados a los de otro individuo.
No todo en la ética de derechos se refiere exclusivamente a los derechos. El estatus de persona y el principio de igualdad también forman parte de la ética.
Un interés es básicamente un deseo o necesidad del individuo. Una sensación orientada a un objetivo concreto. Cuando hablo de intereses me suelo referir a los intereses más básicos: conservar la existencia, evitar el daño, disfrutar de un bienestar. En líneas generales, todos los animales se comportan de acuerdo con estos intereses. Buscamos nuestra supervivencia, desarrollar nuestras facultades, procuramos evitar aquello que nos perjudique.
[continúo más abajo]
En mi anterior comentario ya señalé que un derecho implica la obligación de ser respetado por un agente moral. Pero un derecho no implica en ningún caso satisfacer el interés que ese derecho está protegiendo. Por ejemplo, tener un derecho a la vivienda significa que nadie tiene derecho a impedirnos que tengamos un sitio para vivir, construyendo y habilitando un espacio para tal efecto. Pero ese derecho en ningún caso significa que otros tengan el deber de proveernos de una vivienda.
ResponderEliminarDos apuntes respecto de esto último: 1) El derecho a la vivienda implica que debemos respetar ese derecho en los demás. No podemos destruir o usurpar la vivienda de otros para pasar a ocuparla nosotros. 2) Si firmamos un contrato con una empresa constructora para que nos construya una vivienda entonces está claro que hemos constituido un derecho contractual que tenemos legitimidad para exigir dentro de los términos acordados.
La esfera normativa, el ámbito de la ética, se basa en los hechos. Los hechos objetivos y comprobables. Los hechos de la lógica (las leyes) y los hechos empíricos (los individuos y sus intereses). No establecemos las normas morales en base a entelequias, fantasías o sentimientos. Sino en base a la lógica y la realidad.
El supuesto derecho a la igualdad de oportunidades puede que sea una idea propia de Rawls. Pero no me parece que Kant, ni menos aún Nozick, hayan defendido nada parecido. Nozick era defensor del estado mínimo y consideraría una violación de derechos obligar a la gente a pagar una educación estatal a través de los impuestos.
Si no me equivoco, el planteamiento que expones en esta nota parte de la base de que todos debemos vivir para satisfacer las necesidades y deseos de los demás. Pero este planteamiento viola claramente el respeto por la persona y sus derechos. Trata a los individuos como meros medios para conseguir un fin. Pero si entendemos que cada persona es un fin en sí mismo, esto significa que puede y debe vivir por y para sí misma. No debe estar obligada a vivir para los demás. Si alguien libremente quiere ayudar o beneficiar a otros puede hacerlo, pero no como obligación.
De hecho, es contradictorio que por un lado reconozcas que cada individuo tiene una serie de derechos que consiste en satisfacer y desarrollar sus capacidades propias, al mismo tiempo que estableces un planteamiento que les obligaría a vivir, al menos en parte, para satisfacer las necesidades y capacidades de otros. ¿Cómo se justifica esto? Yo no veo ninguna justificación moral posible. En el momento en que consideramos que la persona no tiene derecho a vivir su propia vida para sí misma (respetando los derechos de los demás, en tanto que agente moral) sino que tiene que estar subordinada a satisfacer los intereses de otros entonces estamos quebrantando el respeto por la persona, el concepto moral de derechos y el principio de igualdad. Estamos tratando a los individuos como si fueran meros recursos o esclavos.
Sigo pensando que detrás de estas ideas, simplemente tratas de satisfacer un deseo subjetivo bienintencionado que pretende que todos gocemos del mayor bienestar y desarrollo posible. El cual es un deseo que comparto. Pero un mero deseo no puede establecer una norma moral.
Un saludo.
Estimado Luis,
ResponderEliminarclaro que el utilitarismo y el deontologismo son incompatible, puestos al mismo nivel de fundamentación última, puesto que son dos fundamentos diferentes para la moral y la política, y no son complementarios en términos absolutos, es decir, si no se está dispuesto a subordinar uno al otro. Yo ni he dicho eso.
Fíjate que yo no he adoptado ni una ni la otra perspectiva, sino que he intentado mostrar que, para ambas, independientemente, se sigue la misma consecuencia en lo que a la gratuidad de la educación se refiere (no en otros temas, quizás –como el de los animales (no lo discuto ahora)-). Imagina, pues, que tengo que convencer a dos conciudadanos, a cada uno según sus principios morales, de que aprueben la gratuidad absoluta de la educación. El deontologista debe aceptar que, puesto que no podemos usar a ningún individuo como mero medio, debemos garantizar que todos tengan los mismos derechos. El utilitarista no aceptaría esa justificación, pero está obligado a aceptar (si el argumento es correcto) que la gratuidad de la educación es más útil para el mayor número que sus alternativas.
Es decir, yo no apelo al mismo individuo con los dos argumentos, salvo que los jerarquice. Lo que digo es que, tanto desde un punto de partida de fundamentación como desde otro, se concluye la misma consecuencia. Aunque personalmente rechazo el utilitarismo, veo que incluso el utilitarista tiene que concluir, en este asunto, lo mismo que yo concluyo desde un punto de vista deontológico. Platón y Sócrates razonaron muchas veces así con sus adversarios: aunque creían que había razones a priori e independientes de la felicidad, para ser justo, además mostraban que la felicidad es una consecuencia de la justicia, por añadidura. De la misma manera, aunque hay meras razones de justicia (y son suficientes ya) para reclamar la igualdad de derecho de acceso a la educación), además resulta que es lo más útil para el mayor número.
Cuando hablo de utilitarismo no me refiero a un colectivismo, sino al lema clásico utilitarista del mayor beneficio para el mayor número: es más beneficioso para el mayor número que los puestos sociales sean ocupados por los más capaces.
Luis,
ResponderEliminarHe rechazado explícitamente antes que un interés sea un deseo, y no encuentro ningún argumento por el que rectificar. El ejemplo de las mujeres, o de los animales, me parecen evidentes, y tú mismo pareces aceptar que hay que reconocerle a la mujer el estatus de persona, incluso aunque ella no lo desee conscientemente. Un “interés” subjetivo o deseo no puede ser un derecho: hay gente que desea dominar el mundo, y no se sigue que tenga derecho a ello. Es un caso flagrante de falacia naturalista querer extraer derecho sea del deseo de tal o cual ser sea de cómo se comportan habitualmente los seres.
Lo que dices de un derecho implica la obligación de ser respetado por un agente moral. Pero un derecho no implica en ningún caso satisfacer el interés que ese derecho está protegiendo.
o no lo entiendo o me parece una pura contradicción. Respetar un derecho es exactamente lo mismo que hacer todo lo posible para que se garantice. El que mezcles aquí el término ambiguo “interés” no ayuda a aclararte las cosas. Por supuesto, yo no tengo por qué satisfacer tu interés subjetivo de conquistar el mundo, pero tengo obligación de actuar, por medio de la sociedad y concretamente de la gestión político-jurídica, de tal manera que se garantice tu “interés” objetivo de ser tratado como persona, tener igual acceso a los bienes, etc.
Y si toda persona tiene derecho a una vivienda, la sociedad, por medio de sus gestores, está obligada a garantizar que todo el mundo tiene una vivienda (y no solo que no le es usurpada por otros). Toda otra cosa me parece, sinceramente, mera palabrería.
Eso no quiere decir que no haya que jerarquizar los derechos y su garantía, pero, como he dicho, para una sociedad cuyo principio de justicia es la meritocracia, es esencial la igualdad de oportunidades de educación.
Si no me equivoco, el planteamiento que expones en esta nota parte de la base de que todos debemos vivir para satisfacer las necesidades y deseos de los demás.
Te equivocas, y realmente no sé de dónde has podido sacar esto. Solo he hablado de derechos.
De hecho, es contradictorio que por un lado reconozcas que cada individuo tiene una serie de derechos que consiste en satisfacer y desarrollar sus capacidades propias, al mismo tiempo que estableces un planteamiento que les obligaría a vivir, al menos en parte, para satisfacer las necesidades y capacidades de otros.
Según eso, cualquiera que crea que un individuo tiene derecho a satisfacer y desarrollar sus capacidades, debe estar exento de cualquier ley. No, hombre, no: la libertad de uno tiene que ser compatible con la del resto, porque es solo la vida en sociedad la que le garantiza su propia libertad. Hasta los partidarios del estado mínimo saben que existen leyes que protegen tu libertad y que, por eso, son obligatorias hasta para ti. Por tanto, no tiene nada de contradictorio lo que he escrito. La opción que tú dejas es la lucha natural de todos contra todos.
Sigo pensando que detrás de estas ideas, simplemente tratas de satisfacer un deseo subjetivo bienintencionado
Te ruego que señales los errores en los razonamientos. Lo que has dicho hasta ahora está equivocado: yo no he mezclado una justificación deontológica con una utilitarista, como ya he explicado
Los derechos no son intereses subjetivos o lo que uno cree que desea o como uno actúa habitualmente, sino lo que racionalmente le corresponde.
Un abrazo
Hola de nuevo, Juan Antonio.
ResponderEliminarLamento no disponer de mucho tiempo para emplear en este tipo de debates. Lo cierto es que apenas encuentro tiempo para dedicar a mi propio blog. Simplemente quisiera señalar que no estoy de acuerdo con lo que expones.
En primer lugar, si la ética de derechos es la correcta entonces el utilitarismo es evidentemente falso e inmoral. Y lo mismo ocurriría al contrario. Por eso me parece una falta moral de coherencia pretender dar legitimidad a ambas a la vez. Eso es inaceptable. Yo considero que la religión es evidentemente falsa e inmoral. Jamás se me ocurriría partir de los fundamentos de ninguna de ellas para intentar convencer a un religioso de que adoptara una postura concreta sobre la que yo estuviera a favor. Porque al hacerlo estoy implícitamente aceptando que la religión es una visión aceptable de la existencia. Pero no lo es.
No sé si entiendes el grave problema de coherencia y honestidad en el que estás incurriendo, a mi modo de ver, al pretender dar validez a dos postura radicalmente contrarias. Eso parece claramente más propio de la publicidad, o del politiqueo que intenta conseguir votos desesperadamente, que de una actitud filosófica honesta.
Yo considero que la esclavitud es radicalmente inmoral en sí misma, pero no se me ocurriría intentar convencer a nadie de esta postura apelando a algún dogma religioso o a algún supuesto principio moral con el que no estuviera de acuerdo. Me estaría contradiciendo a mi propia ética.
Que Sócrates y Platón actuaran de cierta manera no implica que dicha manera esté bien, ni que nosotros debamos imitarla. No sé si me da la impresión de que estás apelando al principio de autoridad. Lo cual no deja de ser una falacia lógica y un argumento inválido. Lo que ellos hicieran o dijeran no tiene valor de verdad salvo que se pueda demostrar racionalmente. Y personalmente rehuyo por completo de esa creencia que pone a Sócrates y Platón como modelos filosóficos. Ambos me parecen un fraude. Pero esto se sale un poco del punto de esta discusión.
Por otra parte, está claro que no nos hemos entendido nada en lo que se refiere al tema de los derechos. A ver si consigo explicarme en pocas palabras.
Primero, reconocer moralmente el estatus de persona no tiene que ver con el hecho de desear dicho estatus, sino que tiene que ver solamente con el mismo hecho de poder desear, de poder sentir. Los seres que pueden experimentar deseos, preferencias, es decir, aquellos seres capaces de experimentar subjetividad, son quienes deben ser reconocidos como personas. Son sujetos - seres que sienten - no son objetos incapaces de experimentar sensaciones como ocurre en el caso de minerales, vegetales y artefactos.
Segundo, por supuesto que un derecho no equivale a un interés, ni viceversa. No me parece haber sugerido nada parecido. Lo que dije fue que un derecho es una protección de un interés. Un tipo especial de protección que precisamente evita que ciertos intereses del individuo sean violados para beneficiar a otros. Pero los intereses que protejan los derechos sólo pueden ser intereses moralmente legítimos. Si ya expliqué que esos intereses que señalo son los intereses más fundamentales de cualquier individuo como es por ejemplo el de la autoconservación. Este interés está protegido por el derecho a la vida o el derecho a la seguridad física.
Esto quien mejor lo explica es Henry Shue en su libro Basic Rights Un texto por desgracia muy poco conocido dentro del ámbito filosófico porque es un libro de Derecho, aunque su contenido sea netamente una exposición filosófica sobre el fundamento moral de los derechos subjetivos.
[continúo más abajo]
Lo único que estoy haciendo aquí es repetir y extender un poco los puntos que a expuse en mi anterior comentario. Luego me resulta completamente absurdo que me atribuyas la idea de que yo defiendo que cualquier interés subjetivo por el simple hecho de serlo debe ser protegido por un derecho (!) No hay nada en mis palabras que sugiera ni remotamente tal cosa. Ni tampoco incurro en la falacia naturalista, ya que no estoy defendiendo tampoco que un hecho debe ser moralmente protegido por la sola razón de que suceda o forme parte del proceso natural. El fundamento de los derechos (de la ética en general) no es la naturaleza sino la lógica (A=A). Los intereses legítimos son aquellos que se refieren directamente con la conservación de la identidad del individuo como tal (A=A.
ResponderEliminarEl principio moral de igualdad o igual consideración es básicamente una aplicación del principio lógico de identidad (A=A). Es decir, aquellos elementos moralmente relevantes que sean iguales, o muy semejantes, deben ser tratados de manera igual. La lógica es la base de la ética.
Exponer esta fundamentación moral me llevaría mucha extensión. De momento, simplemente lo dejo apuntado aquí.
Por tanto, tanto si tienes derecho a una vivienda como si no, los demás no tenemos obligación moral ninguna de pagarte o proporcionarte dicha vivienda a ti. A lo que obliga ese derecho es a que los demás respetemos tu vivienda y tu deseo de usarla y disfrutarla. A no injerir en ese interés tuyo, por el simple hecho de que a otros nos convenga hacerlo. Es decir, nadie puede ir a echarte de tu vivienda para poder ocuparla él en su lugar, simplemente porque le dé la gana.
Lo mismo ocurre con cualquier otro derecho. Aunque está claro que podemos y debemos poner los medios para garantizar que ese derecho pueda ser quebrantado. Ésa es la función precisamente del Estado (tribunales, policía,...). Pero no hay ninguna obligación moral de satisfacer el interés que ese derecho protege. El derecho a la vida no nos obliga a mantener con vida a nadie. Nos obliga a respetar su vida. Aunque es obvio que habrá casos específicos de responsabilidad contraída, de tipo contractual o parental, en donde sí estamos obligados a satisfacer los intereses de otros individuos. Pero son casos específicos y condicionales. Yo estoy hablando desde un planteamiento moral de base.
La verdad es que hasta el momento yo pensaba que habías malinterpretado o incomprendido mis palabras, pero leyendo tu penúltimo párrafo compruebo que lo que dices sobrepasa mis expectativas por completo. Me parece que nunca antes alguien había extraído unas conclusiones tan absolutamente absurdas de lo que yo he escrito.
En el contenido de comentario he dejado muy claro, o eso me parece al menos, que todo agente moral, toda persona consciente y responsable de sus actos, tiene al menos la obligación de respetar los derechos básicos de todos los individuos. Por tanto, yo me asombro y me pregunto cómo diantres es posible que de mis afirmaciones deduzcas que haya personas que estén exentas de cumplir la ley (?!). Es decir, cumplir la ley entendida como norma jurídica. Porque yo recalco que tenemos la obligación de cumplir la ley, la norma, moral. La cual está antes que la ley jurídica. Y precisamente las leyes jurídicas deben estar fundamentadas y orientadas siempre por la ética.
[continúo más abajo]
Bueno, cuando dices que lo que yo postulo es "la lucha natural de todos contra todos" lo cierto es que me cuesta imaginar una conclusión más disparatada que ésa. No tiene absolutamente nada que ver con lo que yo he argumentado. Es la cima suprema de la incomprensión y el malentendido. Si de verdad de mis palabras alguien deduce que yo defiendo la mera imposición del poder como criterio moral entonces sólo puedo pensar una de dos: o yo me explico rematadamente mal, hasta el punto de argumentar en sentido contrario a lo que trato de decir, o la persona que me ha leído ha debido de padecer algún tipo de cortocircuito neuronal. No consigo explicarme esto de otra manera.
ResponderEliminarLlegados a este punto, si mis explicaciones no han hecho que modifiques radicalmente tus conclusiones sobre mis palabras, me temo que debo desistir del diálogo por considerar imposible en este estado cualquier tipo de intercambio racional de ideas.
Nada de lo que yo he dicho está equivocado. Ni has demostrado que lo esté. Lo único que has hecho es deducir conclusiones ilógicas y completamente disparatadas de mis palabras. En cambio, a mí me parece que he comprendido la exposición que haces en esta nota. El caso es que no estoy de acuerdo con lo que expones. Empezando por el hecho de que estás convencido de que has demostrado tu planteamiento, cuando yo no veo que hayas demostrado nada. A mí me parece que tu argumentación incurre en la conocida falacia de la petición de principio. Esto es, ya das por supuesto aquello que precisamente deberías demostrar.
Claro, es muy fácil demostrar que tenemos derecho a la educación si partimos de la premisa de que ya tenemos ese derecho concreto, cuando de lo que se trata en realidad es de justificar racionalmente que tengamos tal derecho. Si tú ya das por demostrada la premisa de los derechos entonces claro que te salen las cuentas al final, porque lo que haces es plantear una argumentación circular: "tienen derecho a la educación, por lo tanto, tenemos la obligación de favorecer que ese derecho se cumpla, ya que tienen derecho a la educación". Claro, así todo cuadra. Pero nada se demuestra en realidad.
Finalmente, en relación con lo último que dices, vuelvo a aclarar de nuevo que nunca dije que un derecho es un interés o un deseo. Dije que un derecho es una protección de un interés moralmente legítimo. Más que aclarar lo que hago es repetir lo que ya dije. Porque pareces empeñado en atribuirme un concepto de derecho que jamás defendí.
Aunque estoy de acuerdo contigo (tal vez se lo único en este contexto) en que un derecho sólo está legitimado por la razón. Precisamente por eso dije anteriormente que es la lógica lo que fundamenta el contenido y la forma de la ética. No es la naturaleza ni la sociedad ni las leyes jurídicas lo que fundamentan los derechos.
Como ya señalé al principio, por falta de tiempo no sé si podré seguir este debate o volver a contestar. En todo caso, si seguimos en los mismos términos que hasta ahora entiendo que el diálogo está completamente muerto, porque es como si habláramos en idiomas completamente distintos y recíprocamente desconocidos. Lo que coloquialmente se conoce como perder el tiempo. No sé cómo remediar este grave problema, pero si encuentro la solución intentaré buscar tiempo para exponerla.
Un abrazo.
Luis,
ResponderEliminarDices: En primer lugar, si la ética de derechos es la correcta entonces el utilitarismo es evidentemente falso e inmoral. Y lo mismo ocurriría al contrario. Por eso me parece una falta moral de coherencia pretender dar legitimidad a ambas a la vez.
No estoy dando legitimidad a ambas a la vez, sino dando argumentos independientes que son válidos para una y otra posición. Fíjate en una analogía. Imagina que yo estuviese sosteniendo que toda persona, sea cual sea su actitud hacia la creencia religiosa, está racionalmente obligada a sostener un cierto principio moral, y lo argumentase presentando dos argumentos independientes, uno válido para los teístas y otro válido para los ateos, pero tales que ambos concluyen la necesidad de aquel principio. O imagina que hablo con dos amigos, uno epicúreo y otro estoico, y les demuestro que, desde ambos puntos de vista, tienen que aceptar la bondad de la austeridad. Y fíjate que yo no estoy comprometiendo cuál es mi propia posición (de forma que, si luego resulta que yo soy, por ejemplo, ateo, obviamente no me servirá el argumento teísta, pero será un argumento perfectamente válido para el que parte de supuestos teístas). Aquí no hay ninguna incoherencia, ni lógica ni moral. Yo no he abordado la cuestión de si la verdadera es una moral del deber o una consecuencialista, he dicho que, tanto por razones deontológicas (que lo servirán al consecuencialista pero sí al deontologista) como por razones consecuencialistas (que servirán a este pero no al deontologista) se sigue lo mismo. No hay ningún error en esto. Habría error si yo estuviese diciendo que ambos argumentos son, en términos absolutos, igual de válidos, cosa que no solo no he dicho, sino que te he explicado que subordino el interés a la justicia.
Yo considero que la religión es evidentemente falsa e inmoral. Jamás se me ocurriría partir de los fundamentos de ninguna de ellas
Es que la estructura del argumento no es que yo acepte los principios de tal o cual teoría, sino que muestro que aun suponiéndolos (que no concediéndolos) se sigue tal cosa. Esto es una estrategia argumentativa que s e usa todos los días y es completamente legítima. Tú puedes dirigirte al teísta y decirle: mira, incluso aceptando tus principios, se sigue la misma cosa que aceptando los míos.
Pero es que yo creo que si lees el post con atención lo verás diáfano: tanto por razones de justicia como por razones de interés, habría que hacer x.
Otro ejemplo: se puede argumentar el ecologismo tanto desde un punto de vista deontológico (la naturaleza merece el respeto) como desde un punto de vista interesado (nos conviene cuidarla por nuestro propio interés). Por supuesto, ambos fundamentos no son válidos a la vez, pero es válido mostrar que, sea cual sea el fundamento que resulte al final ser válido, se sigue lo mismo.
No sé si entiendes el grave problema de coherencia y honestidad en el que estás incurriendo, a mi modo de ver, al pretender dar validez a dos postura radicalmente contrarias.
Yo no estoy dando validez (más que en hipótesis, como se hace mil veces) a ambas teorías morales por igual. NO hay ningún lugar del post de donde puedas deducir eso: no he dicho en ningún momento que ambas formas de consideración, tomadas absolutamente, sean igual de válidas. Ni siquiera discuto eso. Eso sí, tomadas jerarquizadamente, ambas pueden ser válidas. Todos los partidarios de una moral del deber aceptan que, una vez salvados los principios deontológicos, hay lugar y necesidad para las consideraciones consecuenciales.
(sigo)
Luis,
ResponderEliminarsolo algunos apuntes sobre el resto (te pido disculpas si te he malentendido en cosa, aunque lo cierto es que no consigo ver dónde)
Dices Los seres que pueden experimentar deseos, preferencias, es decir, aquellos seres capaces de experimentar subjetividad, son quienes deben ser reconocidos como personas.
Bueno, esto, tal cual, es una simple afirmación bastante gratuita. ¿Por qué los que sienten, y no también los que crecen (como creo yo), o solo los que razonan (como creen Kant y otros muchos)? ¿Cuál es la razón para identificar derechos con sintientes? En todo caso, no creo que sea oportuno discutir esta cuestión ahora.
Lo importante, para la discusión, es que la protección de los derechos de aquellos seres a los que se les reconozcan, es algo que tiene un
El principio moral de igualdad o igual consideración es básicamente una aplicación del principio lógico de identidad (A=A). Es decir, aquellos elementos moralmente relevantes que sean iguales, o muy semejantes, deben ser tratados de manera igual. La lógica es la base de la ética.
De acuerdo, eso lo he dicho yo aquí y en otros sitios (por ejemplo, en discusiones en A bordo del Otto Neurath) muchas veces, incluso literalmente como lo dices.
Por tanto, tanto si tienes derecho a una vivienda como si no, los demás no tenemos obligación moral ninguna de pagarte o proporcionarte dicha vivienda a ti.
¿De dónde sale este “por tanto”? No veo que haya mostrado cómo los derechos de uno son independientes de las obligaciones de otros. Si yo tengo derecho a una vivienda, lo tengo ante toda persona. Ahora bien, si otra persona tiene bienes para satisfacer otras facultades o intereses suyos que son derechos inferiores a mi derecho a tener una vivienda, esa persona no tiene derecho a tener eso, sin que yo tenga una vivienda. Los que entran en colisión y jerarquía son los derechos (el mío a respirar, el tuyo a contaminar, el mío a tener un techo, el tuyo a ocupar toda la tierra). Es una falacia pensar que tus actos y satisfacciones son independientes de los míos. Eso como mínimo. Pero además, los derechos de otros son simplemente obligaciones racionales de uno, puesto que es un principio moral fundamental que hay que promover lo bueno y lo justo.
El hecho de que a veces, por abstracción, se pueda considerar por separado una acción tuya de un derecho mío no lo convierte en menos abstracción. Figúrate mi derecho a vivir, que tú no tienes obligación a fomentar, sino solo a respetarlo; tú, por tu parte, tienes derecho a ir dando tiros por el aire, por deporte, y como no estás intentando con ello impedir mi derecho a vivir, me matas por accidente. Esto no es una falacia, es simplemente ver que todas las acciones están conectadas. La especulación de los banqueros entra en colisión con el derecho a la educación, aunque pueda darse una descripción en que ese daño parece colateral. Por tanto, no: todo derecho implica una obligación de los demás. Lo demás es un cuento chino liberal.
Un abrazo