Dando por descontado que es verdad que los seres humanos somos en general (aunque unos más que otros) egoístas e ignorantes, y que la situación política en cualquier lugar del mundo es muy injusta y perfectible, y que los especuladores causan mucha injusticia e infelicidad, etc., creo, no obstante, que hay maneras menos demagógicas de describir lo que pasa últimamente en la política y economía europea, que las que se oyen en casi todas partes, sobre todo en España (y los otros países que pasan una mala situación): que los malvados bancos alemanes estrangulan a los pobres e inocentes habitantes del Mediterráneo, e intentan incluso quitarles su soberanía. Pensar en ello es pensar a dónde queremos que vaya Europa, y el mundo.
Los estados germanos o, mejor dicho, de Europa norte continental, son, en la historia reciente, los mejores estados del mundo. Son los estados en que hay mayor justicia y educación, además de bienestar y riqueza. En ningún otro lugar hay algo más parecido al ciudadano. Son los estados en que la gente tiene más cultura (el arte, la ciencia y tecnología, y la filosofía, están más desarrollados que en ningún otro lugar); donde hay menos fraude, tanto político como económico; donde el estado provee, gracias a altísimo impuestos, la mayor protección educativa y sanitaria del mundo. No obstante, las vidas de esos ciudadanos son, en general, bastante más austeras que en otros lugares, ricos y pobres, del mundo. Aunque se les considera parte del “sistema capitalista”, son muy diferentes al modelo anglo-estadounidense, que es mucho más voraz, desigualitario, inculto, violento y lejano al bienestar, pese a que cuenta con el poder militar sobre todo el mundo y la manufactura de dinero.
Cuando se promovió la unidad de los estados europeos, había que sintetizar las formas político-económicas del norte con las de los países mediterráneos y con las del Reino Unido. El Reino Unido, ya se sabe, es un tumor en Europa, y sería, quizás, deseable que, por algún movimiento tectónico, se desplazase de repente a través del Atlántico, hasta abrazarse con su familia natural, la USA formada por colonos procedentes de las capas más desestructuradas de la propia Inglaterra.
Los países del Mediterráneo son muy diferentes de los países nórdicos. Escasamente “ilustrados”, tienen una ciudadanía menos culta, educada y política, mucho más tramposa y dada al fraude en todos los niveles, y menos eficiente, aunque mucho más dada a los lujos y los espectáculos vistosos.
España, por ejemplo y por centrarnos, salió hace poco (en términos históricos) de un sistema totalitario y “paternalista” (o paterfamilista), y se encontró de pronto con una democracia que “miraba a Europa”. No se ha conseguido una verdadera educación cívica remotamente comparable a la de los países nórdicos. Los españoles nos quejamos por pagar los impuestos más bajos de Europa (y no nos quejamos, obviamente, de que sean bajos), los evitamos fraudulentamente cuando podemos, dando lugar así a la economía “sumergida” más abultada; malgastamos en sanidad, en energía, y en todo aquello de lo cual no somos conscientes, al parecer, de dónde viene, porque aún seguimos presos en buena medida de la idea paternalista del estado; padecemos gran desigualdad (comparados con los países nórdicos) y leemos menos pero gastamos más en futbol que cualquier otro país de Europa. Por si fuera poco, y como era de prever, cuando intentamos imitar un modelo “liberal”, nos fijamos en el anglosajón, en lugar de fijarnos en el germano: hasta los partidos de izquierda bajan impuestos y abogan por el endeudamiento…, y todos permiten que se privatice la educación y la sanidad. En nuestras mejores épocas, incluso vamos junto a Estados Unidos e Inglaterra, y contra el parecer del resto de Europa, a la guerra.
Desde hace unos años se vive una crisis económica de las que ocurren periódicamente. Lo que ha supuesto un “mero” bache para Alemania y sus hermanos pequeños, en cambio para España, Italia, Portugal, Grecia… está significando el riesgo de quiebra. Si la especulación es el gran mal, en España ese mal ha sido mayor que en cualquier otro estado de Europa, exceptuando Grecia. La bonanza española a la que se refería Aznar mientras nos colocaba en el centro del eje del bien, y de la que se sirvió después Rodríguez Zapatero para hacernos el país más avanzado en derechos sociales del mundo, se apoyaba en el aire. Parte de la riqueza vino de Europa (sobre todo de Alemania), como “ayuda” para que nos pusiésemos a la altura de poder ayudar nosotros a que se hiciesen europeas también Rumanía, Bulgaria, etc. La otra parte era pura especulación, sobre todo con la vivienda.
Para evitar la quiebra, necesitamos, otra vez, dinero alemán. Los alemanes se preguntan qué es lo que hemos hecho. Comprueban que, en los años de crecimiento y bonanza, en parte con “su” dinero, España ha mejorado mucho su bienestar, aunque con sombras:
- Hay un muy buen sistema sanitario, aunque también un gran despilfarro farmacéutico y un mal uso generalizado de los carísimos medios.
- la educación (pese a lo que dicen los conservadores españoles) ha mejorado continuamente, aunque sigue anclada en un modelo memorístico-magistral, poco funcional, y es muy penalizadora (más de la tercera parte de los estudiantes no obtienen el título de ESO, se repite mucho de curso, etc.)
- Se han construido infraestructuras (autovías, trenes de alta velocidad), aunque se ha hecho muy poco para mejorar el sistema productivo. Con dinero europeo, por ejemplo, se dejó de explotar el campo y algunos terratenientes se han forrado replantando bonitas dehesas de encinas, pero se ha innovado poco en empresas tecnológicas adecuadas para el nivel social que pretende tener España.
- Se pagan pocos impuestos (los españoles tienen mucho dinero para futbol, alcohol y tabaco) y existe un nivel muy alto de fraude…
¿Qué debe hacer Europa, con Alemania a la cabeza? Seguramente, el error que se cometió al principio, cuando la fundación de la unión europea, fue no fijar unos sistemas supra-estatales más férreos de control. Quizás la historia del siglo XX no permitía ni insinuarlo, y quizás también los noreuropeos confiaban en que los mediterráneos sabríamos crecer en todos los sentidos. Ahora, muchos de ellos tienen la clara sensación de que Europa contrae deudas y ellos las pagan, y no están muy dispuestos, con razón, a seguir construyendo Europa sin que eso comporte compromisos de “austeridad” y control por parte de los receptores. Los países que, como España, han dilapidado el crédito europeo anterior, apelan a que sin que nos asistamos unos a otros en los malos momentos, no es posible mantener el grupo, pero, eso sí, quien presta no debe inmiscuirse en cómo se lo gasta el otro, porque nadie puede meterse en la “soberanía” de nadie. Ese es el discurso del “jeta” de toda pandilla.
Europa exige a España que recorte gastos que no se puede permitir y suba unos impuestos demasiado bajos para tanto como quiere cubrir con ellos. Como el gobierno español no puede ni, en parte (dada su ideología liberal-anglosajona) quiere subir impuestos y recortar de manera justa (es decir, evitando el fraude, en todos los niveles, desde el chapuzas-sin-IVA al evasor de grandes fortunas, pasando por el acumulador compulsivo de medicamentos) lo hace generando mayor injusticia y desigualdad: masificando las aulas de la escuela pública y dificultando o impidiendo el estudio de los hijos de familias más pobres (en lugar de garantizar una educación pública de calidad y bien gestionada), haciendo pagar a todos la medicina (en lugar de hacérsela pagar al que no la necesita), recortando los derechos laborales (en lugar de controlar la eficiencia, tanto del empleado como, más aún, del contratador), etc.
Lo cierto es que, para Europa, pero sobre todo para España (o Italia o Portugal o Grecia), sería muy bueno que los estados-naciones “perdiesen soberanía”, y se pareciesen más a los estados y ciudadanías noreuropeos. Europa podría, entonces, representar un modelo alternativo al anglosajón. Por desgracia, eso no se consigue en un día. La cultura avanza muy despacio. Pero poblaciones humanas como la española y las otras mediterráneas están, quizás, en una disyuntiva importante: o acercarse realmente a los europeos del norte (liderados por Alemania y Francia –que puede hacer un poco de puente-), o dejarse caer en cualquier otra cosa, por ejemplo y sobre todo la depredadora cosmovisión anglosajona. Solo la primera opción me parece, realmente, una Europa por la que merezca alegrarse.
El discurso demagógico y victimista no es buen síntoma. Pero sí lo es ese otro discurso, que también se oye entre nosotros, por ejemplo y sobre todo entre personas del 15M y similares, que dice que tenemos un problema moral, y que todos debemos hacernos mejores, más austeros, menos especuladores, menos fraudulentos y más críticos, es decir, mejores ciudadanos. Y esto, aunque nos afecta a todos, no afecta a todos por igual. Los españoles somos más pobres en ciudadanía que los alemanes.
De fondo queda el mayor problema: ¿puede Europa dar de sí, ideológicamente, como para suponer una mejora moral? Pero esa es ya una cuestión filosófica demasiado gorda para esta ocasión.
Étienne Chouard es un profesor francés que, desde el Referéndum de la famosa Constitución Europea, lleva estudiando las instituciones de la UE y denunciando su carácter antidemocrático y anti-social. http://goo.gl/77m97
ResponderEliminarNo sé si merece la pena renunciar a la soberanía (de momento, el único marco para ejercitar la democracia es la soberanía nacional) para depositarla en una Unión Europea dominada por tecnócratas neoliberales. Quizás si hubiera un órgano democrático más efectivo que el Parlamento Europeo, o un auténtico equilibrio de poderes para evitar tiranías, me lo pensaría mejor.
No me cansaré de repetir que lo de los fondos estructurales de la Unión Europea es una engañifa. La UE tiene un presupuesto muy reducido (el 2,5% del PIB total, creo). De ese presupuesto, más de la mitad se va en pagar a los propios funcionarios y en los gastos relacionados con las políticas agrarias. De lo que se deduce que los fondos sociales y estructurales deben llevarse uno de los porcentajes más pequeños. Por otra parte, nunca se comenta un aspecto fundamental: es el mismo tratado de la UE el que impone que los fondos estructurales sólo puedan gastarse en infraestructuras. Felipe González pidió los fondos como una compensación a las consecuencias negativas que acarrearía el liberalismo de Maastritch. Y Alemania, Francia y Gran Bretaña se lo concedieron, pero a condición de que la mayor parte de esos fondos se invirtieran en la construcción de infraestructuras. De esta manera, se fomentaba la economía de esos países centroeuropeos, ya que los materiales y las tecnologías se traían de allí. Es algo que llama mucho la atención a los que estudian las políticas comunitarias en las Universidades; y sin embargo, apenas se comenta en los medios de comunicación. Se hace creer así a la gente que nuestro desarrollo económico se debe al dinero que recibíamos de la UE, y que ahora debemos plegarnos a sus condiciones.
Alemania ya no es ese paraíso del capitalismo del Bienestar. A principios de los dosmiles entró en una crisis económica de la que el Gobierno (entonces, en manos de los socialdemícratas) sólo supo salir a base de recortar en gastos sociales y derechos laborales. Son los famosos mini-jobs. Por otra parte, dentro de la Europa germánica, habría que distinguir el modelo del Estado de Bienestar nórdico (el Estado de Bienestar idílico de los socialdemócratas) del modelo continental alemán (con influencias democrata-cristianas, más austero). De todas maneras, también habría que señalar que el Estado de Bienestar el Alemania está mucho más desarrollado que en España.
ResponderEliminarPor último, aún siendo ciertas ciertas costumbres anticívicas entre los españoles, a poco que se analiza el origen de la deuda, se descubre lo injusto que es echarle la culpa al "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". http://eduardogarzon.net/?p=347
La deuda pública apenas supera el 20% del total (y eso que se ha inflado, debido a los intereses de los bonos: es lo que conlleva que el Banco Central Europeo, en lugar de comprar deuda para frenar a los especuladores, conceda préstamos al 1% a los bancos y fondos de inversiones, para que compren nuestros bonos con un 7% de interés. De hecho, la brutal reducción presupuestaria en educación y sanidad se debe a que hay que dejar hueco a los intereses de la deuda, que desde la reforma constitucional tiene prioridad absoluta). Por lo tanto, es completamente injusto decir que el problema de la deuda se debe a que despilfarramos en gasto social, como la Sanidad.
La deuda de las familias es sólo una cuarta parte de la deuda total. Es también algo injusto echarle la culpa de toda la burbuja a las familias que pedían hipotecas para comprar sus viviendas (y habría que ver si tenían otros métodos para acceder a la vivienda. Invito a entrar en la web de la PAH para ver cómo se dificultaron otras vías, como la del alquiler).
Como se puede ver en el gráfico, más de la mitad de la deuda procede de las grandes empresas y los bancos. Se debe al "agujero" que se creó mediante técnicas como el apalancamiento, la especulación, las apuestas sobre quiebras y la venta de los famosos derivados. La economía especulativa era siete veces superior a la economía productiva real.
Los bancos alemanes prestaron dinero a los bancos españoles para alimentar toda esa burbuja especulativa. Ahora que ha estallado, intentan recuperar también su dinero. Merkel, cuando rescata a un país periférico, en realidad está rescatando a los bancos alemanes: el Estado español asume la deuda privada de sus bancos, y les pasa el dinero del rescate para que puedan pagar sus deudas al DeutscheBank. EL problema es que si Merkel dijera directamente a los alemanes "tenemos que recortar vuestros derechos sociales para rescatar a los bancos", lo más probable es que se rebelasen. Es más rentable políticamente decir que se rescata a los irresponsables Estados mediterráneos, para que así las iras de los ciudadanos alemanes se dirijan a españoles, irlandeses y griegos.
Indignadita,
ResponderEliminarmuchas gracias por tus comentarios y bienvenida. La verdad es que lo que dices me suena muy convincente, y lo creo a veces. Pero es que no me convence el discurso victimista. Llevo todos los años de mi vida viendo la manera altamente incívica en que nos comportamos aquí, dada nuestra cultura y poca educación moral y política.
Desde luego, Alemania no es lo que era. Pero, me pregunto, ¿cómo pueden los ciudadanos mejor informados y educados del mundo, dejar que la cosa se deteriore? Hay un aspecto, creo, en que toda Europa ha vivido por encima de sus posibilidades: Europa no puede realmente competir con los países pobres, y España menos. Creo que deberíamos vivir muchísimo más austeramente, salvando el estado social y renunciando a lujos absurdos.
Pero aquí se nos cuela a menudo la falacia de que conservar el estado social implica dejarlo como está, en España con el nivel de fraude que existe, en todos los niveles.
No creo que España pueda contar la historia de que Alemania le ha estafado, sinceramente. El nivel de vida de los últimos años, de los españoles, era superior al de los alemanes, siendo bastante menos productivos.
La exigencia, incumplida por todos los gobiernos españoles, de que la ayuda se gastase en infraestructuras, no beneficia principalmente a Alemania ni norteuropa, sino a España, pues significaría modernizarla. Pero lo hemos gastado, sobre todo, en que se lo llevasen empresarios y políticos, pero también, como migajas para los pobres con la alegría de estos (que viven en una democracia -bien que de cartón, pero en la que pueden votar cada cuatro años-), en aeropuertos, polideportivos, fiestas, futbol, etc.
Es verdad que la deuda pública es menor que la privada, pero es que no vivimos en un país con ciudadanos partidarios del comunismo, que quieran pagar más impuestos para financiar escuela y sanidad. Así de triste es la cosa.
De todas maneras, entiendo tu posición, y a ratos del día, la comparto. Otros ratos, no me la creo tal cual.
Cordiales saludos