En su gran libro (grande en todos los sentidos) On what matters, Derek Parfit trata diversas cuestiones éticas. Una de ellas es su amado problema de la racionalidad moral. ¿Qué razones tenemos para actuar? ¿De qué tipo de razones hablamos en ese caso?
Somos seres que tenemos razones, razones tanto para creer como para hacer. Los hechos, cómo son las cosas, nos dan razones. Pero ¿qué relación hay entre las razones que hay para (creer o preferir y hacer) algo y nuestra creencia en que tal o cual es una (buena) razón para (creer o preferir y hacer) algo?
Tanto en el ámbito del conocimiento como en el de la decisión y la acción, hay quienes defienden que las razones para (creer o preferir) algo no tienen más remedio que reducirse a nuestras creencias. Llamemos a estas teorías “internalistas” o subjetivistas. En la versión más cruda y valiente (y consecuente) el internalismo dice que no hay más razones para creer algo o preferir algo que las que uno cree que lo son. Al fin y al cabo (este es el principal argumento internalista o subjetivista) nadie va a creer o elegir jamás aquello para lo que no “vea” (crea) que hay mejores razones.
El intermalismo o subjetivismo es mucho más corriente en el terreno de lo ético-político (en lo “práctico”) que en el de la epistemología, aunque no por fuertes “razones”. Por supuesto, uno puede decir que el internalismo debe ir unido a que el sujeto tenga toda la información relevante (aunque ya en la palabra “relevante” hay una trampa del internalismo, porque ¿qué es relevante más que lo que uno crea que lo es?). Pero, en último extremo, un sujeto perfectamente informado, solo tiene razones para creer y hacer aquello que el cree que justifica esas creencias y elecciones. No puede haber razones para que él crea algo y que sin embargo él, estando bien informado, las rechace. Es decir, no habría verdaderas razones imparciales. En el terreno moral, eso significa que no hay razones, objetivas e imparciales para considerar buena una acción.
A las teorías que reducen la justificación de las preferencias a meramente los deseos del que hace la preferencia, Parfit las llama “Basadas en deseos”, o internalistas. Las teorías que, al contrario, piensan que hay razones no subjetivas, externas a lo que crea o no tal o cual sujeto, para preferir algo, Parfit las llama “Basadas en Valores”.
Parfit cree que todas las teorías subjetivistas, “Basadas en deseos” (BD en adelante), están equivocadas, y que hay que defender alguna versión de teoría “Basada en Valores” (BV).
¿Por qué entonces, se pregunta, están tan extendidas las teorías BD, el internalismo? Parfit aduce diversas posibles causas. Una es que las teorías BD y las BV coinciden mucho a la hora de hacer propuestas de qué deberíamos preferir. Lo que pasa es que, para el internalismo o BD esto no puede pasar de ser un hecho psicológico o antropológico. Esto significa que el internalismo no distingue (no puede) lo normativo de lo fáctico: es un hecho que solemos preferir tales cosas, pero no hay razones imparciales y objetivas para ello: es una mera contingencia.
Otra razón es que hay un sentido trivial en que el internalismo es verdadero: todo lo que creemos tener razones para hacer es lo que creemos tener razones para hacer. Pero esto escamotea el verdadero asunto, que es cuáles son las razones últimas para nuestras creencias. ¿Creemos que la justificación última de nuestras creencias es, nada más que son las creencias en que creemos? ¿No tenemos razones, además de para actuar, para tener razones?
Hay que distinguir entre deseos instrumentales y deseos finales o télicos. Toda cadena de deseos instrumentales tiene que acabar en un deseo final. No es cierto, como creen algunos, que el deseo final sea siempre alguna forma de placer, pero aunque lo fuese, no significaría que esa fuese la razón por la que deseamos ese fin.
Según las teorías que basan la elección y la acción en los deseos (BD) todas nuestras razones las proveen los hechos que pueden satisfacer nuestros actuales deseos. No podemos tener ninguna razón BD de ser felices en el futuro sino como medio para satisfacer nuestro deseo actual. Nuestro querer la felicidad como un fin no puede darnos una razón para querer la felicidad como un fin. Los deseos no se auto-sustentan. Sólo nuestros deseos presentes dan valor a los demás. En las teorías BD las razones implican motivaciones, y sólo nuestros deseos presentes pueden motivarnos.
Esto implica, por ejemplo, que, aunque estemos perfectamente informados, si no tenemos un actual deseo de evitar una tortura futura, no tenemos razones para evitarla. Contestar, como hacen algunos internalistas, que nadie tiene tales deseos (por ejemplo, sufrir mañana) no explica por qué razones nadie los tiene. Es un mero hecho contingente, no basado en alguna razón. Además es falso que nadie los tenga: a los que tienen deseos de ese tipo los consideramos enfermos mentales. Pero, aunque no los hubiese, podría haberlos. Luego las teorías internalistas o subjetivistas no parecen evitar el resultado, muy anti-intuitivo, de que una persona no tiene verdaderamente, independientemente de que ella lo crea o no, razones para evitar un dolor futuro.
Las teorías BD suelen insistir en el importante matiz de que es preciso estar bien informado y haber deliberado racionalmente. Pero, dice Partif, esa tesis es es ambigua. Si se interpreta normativamente, es decir, que, si una persona deliberase adecuadamente, necesariamente tendría razones para evitar ese sufrimiento, entonces esta tesis coincide con lo que sostiene las teorías Basadas en Valores y objetivistas (BV): hay razones sustantivas para preferir algo, y el sujeto puede no conocerlas, pero si las conoce no puede ignorarlas.
Las teorías BD sólo pueden tomar la tesis de la buena-información como racionalidad procedimental, no como télica o final, pues según BD no podemos tener razones para tener deseos. Luego debe sostener que tras deliberación racional nadie tiene deseos de agonía futura. Esta, repetimos, es una cuestión de hecho, seguramente falso (al menos imaginablemente). Pero, lo que es esencial, no es una cuestión normativa. Para las teorías BD ningún futuro puede ser bueno o malo por implicación racional, imparcial.
Algunos partidarios de teorías BD definen de otra manera lo bueno. Así Rawls dice que bueno es para uno lo que es para él el mejor plan de vida (todo ello, claro, tras deliberación racional). Esta teoría es muy compartida, pero también ella reduce a meramente psicológico lo bueno para cada uno. Su único momento normativo es el procedimental. Aún en el caso de un ser idealmente racional, acepta Rawls, no se puede inferir nada acerca de sus preferencias. No hay razones para fines. Tras una total deliberación alguien podría, pues, elegir una vida consistente en contar la hierba, o en sufrir dolores continuos. No sirve de nada objetar, como hacen algunos subjetivistas, que esto es poco realista. Nuevamente se confunde una cuestión fáctica con una cuestión de razones. Estamos discutiendo de si existen razones para que una persona no tenga como plan de vida comer hierba o sufrir dolores. Según las teorías BD, no hay tales razones.
Nótese que Rawls, o cualquier otro, no puede sustituir su tesis por una que diga que la persona examinará qué le interesa, porque una teoría BD no puede considerar intereses objetivos. Muy a menudo el internalista intenta colar de contrabando algún concepto normativo (tales como relevancia, interés) para impedir el paso a las consecuencias contra-intuitivas de su teoría. En BD, insiste Parfit, no hay razones para querer que nuestra vida (o la de otros) sea feliz o cumpla otros buenos fines. Tampoco hay razones para tener preferencias últimas.
Algunos defensores de teorías BD apelan a que Debe implica Puede y argumentan que, dado que no podemos hacer algo si no lo deseamos, para que tengamos razones para hacer algo es necesario que la deliberación cause nuestra motivación. Pero, dice Parfit, además de que debemos rechazar la premisa de que no podemos hacer algo sin motivación, cuando estamos motivados eso no quiere decir que actuemos según dicen las teorías BD más bien que según dicen las teorías BV.
Muchos de los que aceptan teorías BD, señala Partif, lo hacen porque son naturalistas y creen (con razón) que las teorías objetivistas suponen principios normativos irreducibles, lo cual es inaceptable para un naturalista. En cambio los deseos les parecen reducibles a psicología.
Pero el naturalismo, dice Parfit, es un error. Sin entregarse a defender exhaustivamente esta tesis, hace notar que si realmente no hubiese principios normativos para hacer algo tampoco los habrá para creer algo. Por tanto no será verdad que debemos aceptar el naturalismo. Si es posible argüir racionalmente acerca de si el naturalismo es verdadero, entonces el naturalismo debe ser falso. Si el naturalismo es falso debemos aceptar alguna teoría objetivista, BV, acerca de la razón práctica. Si podemos tener razones para creer algo y para hacer algo, debemos tenerlas para desear algo.
Simpatizo plenamente con la crítica de Partif a los subjetivismos y naturalismos éticos. Aún queda el problema de justificar de alguna manera (más allá, quizá, de mostrar las anti-intuitivas consecuencias de esas teorías) que algunos fines son objetiva e imparcialmente (y normativamente) mejores y, por tanto, preferibles, incluso aunque no sean a veces preferidos.
Ningún animal sintiente queremos ser dañado en contra de nuestra voluntad. Quien daña a otro en contra de su voluntad hace el mal.
ResponderEliminarSaludos,
David.
Estoy de acuerdo, David (y tampoco creo que queramos ser "dañados" por nuestra voluntad). El problema (filosófico) es cómo justificar eso, cómo argumentar que realmente quien daña a otro, hace mal. Muchas posturas metaéticas hacen imposible argumentar eso. Por ejemplo, quienes dicen que no hay nada bueno o malo por naturaleza, o que lo bueno y malo es algo subjetivo. Si estas posturas fuesen ciertas, no sería posible decir que quien daña a un ser sintiente, hace mal.
ResponderEliminarPor eso,aunque parezcan cuestiones alejadas de la "lucha" concreta por los derechos de los seres, las cuestiones filosóficas (no sé si estarás de acuerdo) son importantes.
Saludos
Quien se daña a sí mismo se hace mal, pero quizás es su voluntad sobre sí mismo. La eutanasia voluntaria muestra que podemos tener la voluntad de dañarnos a nosotros mismos.
ResponderEliminarDices: "cómo argumentar que realmente quien daña a otro, hace mal. Muchas posturas metaéticas hacen imposible argumentar eso."
(Si me puedes dar alguna pista sobre esas posturas metaéticas te lo agradecería)
Es un tema sobre el que estoy pensando. Aunque pueda hacer afirmaciones las hago sólo para ver si alguien las puede refutar o darme otras ideas, y así corregir la teoría para perfeccionarla.
La voluntad existe en todo individuo vivo que tenga cerebro. No sólo yo tengo voluntad, y la existencia de voluntad en los demás individuos sintientes no depende de mi subjetividad, en mi creencia, sino que es un hecho objetivo.
Ir contra la voluntad de alguien es percibido como "malo" (rechazable, indeseables, etc.) por dicha subjetividad. El mal existe de manera subjetiva y, debido a nuestro conocimiento, sabemos que esto es así para cualquier subjetividad, es decir, el mal es un hecho objetivo.
Otro tema es que una voluntad haga mal a los demás afirmando que es racional porque no son él mismo, lo cual es una falacia de petición de principio.
Todo debe de hacerse por una razón que sea coherente con unos principios éticos. Sin principios no hay razón, y dichos principios éticos están fundamentados biológicamente en el sistema nervioso, el cerebro, que permite la existencia de voluntad.
Saludos,
David.
Creo que estamos imbuidos de una filosofía bipolar, que no comprende que una cosa puede ser buena o mala según la interacción con el sistema del que forma parte. Razón y deseo se complementan.
ResponderEliminarNo sé si existe una filosofía de sistemas además de una filosofía para los individuos, dado que los sistemas son mas reales que los individuos, debería existir.
Respuestasveganas
ResponderEliminardices: Quien se daña a sí mismo se hace mal, pero quizás es su voluntad sobre sí mismo. La eutanasia voluntaria muestra que podemos tener la voluntad de dañarnos a nosotros mismos.
Es una cuestión interesante. No estoy seguro de que sea la mejor interpretación de la eutanasia decir que se quiere hacer daño a sí mismo. Más bien parece que quiere evitarse daño a sí mismo, y a los demás. Pero sería asunto para tratarlo específicamente.
Si me puedes dar alguna pista sobre esas posturas metaéticas
Hay varias posiciones metaéticas contemporáneas (casi todas) que creo que impiden justificar unos derechos de los animales. Por ejemplo, todaslas posturas relativstas o subjetivistas, que dicen que el derecho emana de lo que cada sociedad o individuo establece para sí. Si fuese así, por ejemplo no se podría calificar de cruel el trato que se da a ciertos animales según lo que establecen las legislaciones o lo que creen los individuos. Sería mi gusto contra el tuyo.
Hace falta justificar racionalmente que los animales (y demásseres) tienen derechos objetivos, y que, por tanto, es de justicia reconocérselos.
No basta, porejemplo, con que un ser tenga voluntad para que se le deba respetar (como creo que piensas). Hay que justificar porqué la voluntad de un ser debe ser respetada (o sea, el valor objetivo y universal de la libertad).
Por supuesto quien lucha día a día por el reconocimiento de ciertos derechos, puede no dedicar mucho tiempo a los problemas de fundamentación filosófica. Pero son importantes, porque cuando el debate llega al fondo del asunto, siempre recae en ellos.
Saludos
Camino a Gaia,
ResponderEliminarrazón y deseos se complementan. El asunto es cómo (cómo deberían complementarse). Los que, como Parfit (o yo) creemos que hay un fundamento racional para los deseos, no negamos que los deseos sean un momento fundamental en la volición humana. Lo que decimos es que los deseos de los que no se puede dar explicación racional, no son elecciones propiamente morales.
Sobre los sistemas, es una cuestión muy interesante. Sinceramente, aunque un tiempo pensé lo contrario, ahora no creo que siempre el sistema sea más real que los individuos. Depende de qué sistema y qué individuos. ¿Qué mide el grado de realidad, para que podamos determinar si es más real el sistema que el individuo?