El nombre del liberalismo va asociado a la palabra libertad. Esta palabra es bella y lo ha sido siempre. Desde la antigüedad, prácticamente nada es tan preciado como la autonomía, el ser dueño de uno mismo y de su propio destino (la filosofía era, según Aristóteles, la mejor de las ciencias, porque era la más libre). Cometen un grave error quienes, en nombre de la justicia o de algo similar, y contra el liberalismo, se sienten impelidos a atacar a la libertad (“libertad, ¿para qué?”). Sea lo que sea, la Libertad está en el centro de todo lo que tiene valor intrínseco: lo que es agente, y no paciente. Pero ¿qué es la Libertad? Me gustaría proponer mi concepto de libertad, diferente al que está implicado en la ética liberal e incluso en la ética aristotélica y tomista (católica).
Antes de discutir propiamente qué es la libertad, hay un asunto que tenemos que dejar a un lado: el de si la libertad existe o no. Las diversas formas del determinismo, por ejemplo, nos convencen de que la libertad es una ilusión. Puede tratarse de un determinismo natural (todos nuestros “actos”, en cuanto corpóreos, están, como no podría ser de otra manera, completamente sujetos a leyes físicas o naturales –químicas, biológicas, sociales…- y nada más); puede tratarse de un determinismo teológico (puesto que Dios es omnisciente, en sentido absoluto todo lo que vas a hacer está “escrito”)…; puede tratarse de un determinismo, menos aparente pero no menos determinista, psicológico (siempre hay algo que determina a la voluntad a elegir lo que elige).
Existen otras teorías, gnoseológicas o epistemológicas, que discuten de si el discurso ético es un discurso válido, en que se pueda inteligiblemente discrepar. Diversas tesis, como el relativismo, los no-cognitivismos, etc., niegan que la ética sea, salvo ilusoriamente, un ámbito de discusión racional.
Las teorías acerca de la existencia o no de la libertad, o acerca de si es posible tratar racionalmente la ética, no son teorías éticas, sino metaéticas o tras-éticas. Hay un sentido en que ciertas teorías supraéticas y metaéticas hacen posible la ética, y sentidos en que ninguna teoría hace imposible la ética. Pongamos una comparación. La cuestión de si existen los números, o si la matemática es una ciencia válida, no son cuestiones matemáticas, sino metafísicas y metateóricas (epistemológicas). Hay un sentido en que ciertas tesis metafísicas y epistemológicas hacen imposible la matemática (por ejemplo, el irracionalismo) y otro sentido en que no la hacen imposible, porque el matemático puede hacer abstracción de la cuestión metafísica y metateórica.
La cuestión ética es esta: ¿qué debería hacer? Esta cuestión presupone resueltos los asuntos ontológico (si existe la libertad, lo bueno, etc.) y metaético (si es posible discutir racionalmente de ética).
Incluso si uno es metaéticamente escéptico respecto de la existencia de la libertad, en el nivel ético no puede más que actuar como si la libertad existiese. Si es una ilusión, es una ilusión de la que no se puede salir cuando uno elige, de manera semejante a como un físico tiene que actuar como si el mundo de los fenómenos existiese. Si es una ilusión o no, es una cuestión metafísica. Ni los más deterministas de los filósofos, pueden ahorrase, cuando llegan a la moral, la cuestión de qué es mejor hacer o no.
Muy a menudo se tiende a cometer el paralogismo o, más bien, la metábasis, que consiste en confundir la cuestión ética con la cuestión metaética.
Fijémonos en el ejemplo de Hume. Su tesis de que la voluntad es y no puede dejar de ser la esclava de las pasiones es una tesis “psicológica”, o más bien, metafísica (de psicología filosófica, o de una filosofía psicologista), no una cuestión ética. Si la cuestión ética es “¿qué debería hacer?”, “¿qué elegir?”, etc., entonces no es que la respuesta “la voluntad hará siempre lo que dicten las pasiones” sea una respuesta falsa, es que es una respuesta sin sentido, perteneciente a otro género. Es como si a la pregunta ¿existe en pi una serie de setenta veces el siete? alguien contestase: los números no existen fuera de la mente. La tesis psicologista no tiene el carácter prescriptivo que es esencial a la pregunta ética.
¿Tiene Hume una teoría verdaderamente ética (además de una teoría metaética –equivocada-), es decir, tiene una respuesta a qué deberíamos escoger, qué es mejor que escojamos? Es muy posible que no (Rawls cree que no la tiene), puesto que su psicologismo se interpone continuamente, recordándole que ningún debe puede inferirse de ningún es. En cualquier caso, si su respuesta fuese alguna forma de sentimentalismo (“debes preferir aquello que vaya a satisfacer tus sentimientos”) esta tesis sería completamente diferente de la tesis metaética que afirma que ocurrirá así necesariamente. La tesis ética de Hume, de tenerla, supondría la existencia de la libertad, y el carácter prescriptivo de cualquier respuesta ética.
Por poner otro ejemplo, el determinismo ontológico de Spinoza dice que la libertad es una ilusión. Sin embargo, cuando Spinoza quiere enseñarnos a vivir, nos da recomendaciones (y se las da a sí mismo) acerca de qué deberíamos escoger y preferir. O sea, cuando baja al terreno de la ética, su determinismo ontológico queda en suspenso.
En la filosofía ética del siglo XX ha sido muy frecuente confundir la ética con la metaética. Desde luego, la metaética es, en términos filosóficos, previa a la ética: si tenemos que creer que es imposible elegir, o que el lenguaje ético no expresa ningún contenido veritativo, etc., parece una actitud irracional entregarse, después, a prescribir conductas y deseos.
En entradas próximas voy a preguntarme en qué consiste la libertad, partiendo del supuesto de que existe, es decir, dejando al margen la cuestión metaética y metafísica.
Me parece muy pertinente la distinción que haces entre ética y metaética. Sobre la libertad se me ocurre decir algo que, seguramente, ya está dicho y mejor dicho por otros. En cualquier caso, aquí quedan estas reflexiones que espero tengan algún valor.
ResponderEliminarPara que tenga sentido hablar de libertad, me parece que es necesario que el sujeto pueda errar. Podríamos construir máquinas infalibles (de ajedrez, por ejemplo), pero difícilmente cabría decir que serían libres. Dios, en cuanto que infalible, no es libre. Libre puede serlo el santo (pero también el impenitente).
Se deben cumplir ciertas condiciones para que un ser pueda ser considerado libre:
1) Piensa racionalmente.
2) Actúa de acuerdo con los dictados de la razón.
3) Es falible. Está tentado a cometer error o incurrir en algún desorden de conducta.
4) Es consciente de su falibilidad mientras decide qué hacer.
Obviamente, no soy socrático en este punto. El hombre es plenamente consciente de que no siempre actúa moral y racionalmente, por eso existe la mala conciencia. ¿Por qué pienso que una persona que crea actuar siempre bien no puede ser libre?
Por un lado, porque si hablamos de una persona racional, sería poco racional que llegase a creer que es infalible en pensamiento y conducta. Cualquier hombre racional sabe que puede estar errando en el momento presente. No sería muy sensato que no albergara ninguna duda racional sobre lo que hace o no hace. Es decir, si libre solo puede ser quien es racional y tenemos que no es nada racional no dudar nunca de la legitimidad racional de lo que uno hace o no hace en cada momento, entiendo que la duda no puede estar ausente en el ser libre (obviamente, no estoy diciendo que todo sea dudoso o que no exista la evidencia). La consciencia de que uno está obrando libremente es consecuencia del conflicto entre lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Ese conflicto se resuelve a veces en contra de la razón y a veces a su favor. Somos libres en la medida en que tenemos cierta idea (o idea a veces muy clara e incontrovertible) de lo que es correcto e incorrecto y somos conscientes de nuestra condición de seres falibles. Dadas estas condiciones, la persona que yerra continuamente y a conciencia es libre. Incluso quien es cautivo de sus pasiones es libre si sabe lo correcto, se sabe imperfecto y elige lo incorrecto.
Saludos.
Raus
Raus,
ResponderEliminarcomo yo sí soy socrático, quiero defender una teoría diferente a la que expones. Lo haré en próximas entradas (si cojo fuerzas). Te señalo algunas cosas que indican por dónde irían los tiros, y por qué creo que no es del todo consistente tu teoría (que es, por otra parte, la más universal):
Dices que si hablamos de una persona racional, sería poco racional que llegase a creer que es infalible en pensamiento y conducta.
Pero ¿qué es ser falible? Si uno se refiere al conocimiento, entonces eso no es elegido libremente, ni se esresponsable de ello. Si es un fallo de otra facultad, por ejemplo, de la voluntad, entonces es que la voluntad puede comportarse irracionalmente, lo que va contra la exigencia de considerar libre solo a uno en la medida en que es racional.
Una cosa es dudar de si uno se ha equivocado o se está equivocando ahora, y otra muy diferente dudar de si uno considera malo lo que está haciendo. Es racional para un ser finito dudar de si se ha equivocado, pero es irracional culparse de los errores. La maldad tiene que ser plenamente consciente.
Dices: Somos libres en la medida en que tenemos cierta idea (o idea a veces muy clara e incontrovertible) de lo que es correcto e incorrecto y somos conscientes de nuestra condición de seres falibles.
Pero esto no basta para sostener la libertad que pueda elegir lo malo. Que yo sea consciente de mi condición de falible no aumenta en nada mi culpa, sino al contrario. Precisamente el culpable sería quien, siendo bastante consciente de que p es malo, lo hace (si resulta que se está equivocando, no estaría en su intención).
La aporía se muestra claramente cuando dices que Dios no es libre. Yo creo solo Dios es completamente libre, y eso no solo no entra en conflicto con que elija necesariamente lo que elige, sino al contrario. La libertad se define por la necesidad, y no por la posibilidad: la posibilidad es indeterminación e indiferencia. Como también dijo Hegel, la máxima libertad es la máxima necesidad.
De lo que se trata, pues, es en saber qué determina a la voluntad.
Saludos